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23 Me levanté y fui al valle, y he aquí que se había detenido allí la gloria del SEÑOR, como la gloria que yo había visto junto al río Quebar. Y me postré sobre mi rostro. 24 Entonces entró en mí el Espíritu, me puso sobre mis pies y me habló diciendo:

—Entra y enciérrate en tu casa. 25 Y en cuanto a ti, oh hijo de hombre, he aquí que sobre ti pondrán cuerdas y te atarán con ellas, y no podrás salir entre ellos.

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