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Me insistió otra vez: «Hijo de hombre, ¡buen provecho! Cómetelo con ganas y llena tu estómago con el rollo que te doy». Así que me lo comí, y en la boca me sabía como la miel por lo dulce que era. Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve al pueblo de Israel y dale mi mensaje. No te envío a un pueblo que habla un lenguaje complicado y difícil, sino al pueblo de Israel.

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