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»Ante mí ha quedado escrito;
    no guardaré silencio.
Les daré su merecido;
    lo sufrirán en carne propia,
tanto por vuestras iniquidades
    como por las de vuestros padres
            —dice el Señor—.
Por cuanto ellos quemaron incienso en las montañas
    y me desafiaron en las colinas,
les haré sufrir en carne propia
    las consecuencias de sus acciones pasadas».

Así dice el Señor:

«Cuando alguien encuentra un buen racimo de uvas,
    dice: “No voy a dañarlo,
    porque todavía tiene jugo”.
Del mismo modo actuaré yo por amor a mis siervos:
    No los destruiré a todos.

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