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Fueron mis lágrimas mi pan
de día y de noche,
mientras me dicen todos los días:
«¿Dónde está tu Dios?»

Me acuerdo de estas cosas
y derramo mi alma dentro de mí,
de cómo yo iba con la multitud
y la conducía hasta la casa de Dios,
entre voces de alegría y de alabanza
del pueblo en fiesta.

    ¿Por qué te abates, alma mía,
    y te turbas dentro de mí?
    Espera en Dios,
    porque aún he de alabarlo,
    ¡salvación mía y Dios mío!

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