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Dios destruirá a las naciones de Canaán

Oye, Israel: tú vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; un pueblo grande y alto, hijos de los anaceos, de los cuales tienes tú conocimiento, y has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac? Entiende, pues, hoy, que es Jehová tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor, que los destruirá y humillará delante de ti; y tú los echarás, y los destruirás en seguida, como Jehová te ha dicho.

No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído Jehová a poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas naciones Jehová las arroja de delante de ti. No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

La rebelión de Israel en Horeb

(Ex. 31.18—32.35)

Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú. Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová. En Horeb provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros. Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches,(A) sin comer pan ni beber agua; 10 y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. 11 Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto. 12 Y me dijo Jehová: Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido; pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho una imagen de fundición.

13 Y me habló Jehová, diciendo: He observado a ese pueblo, y he aquí que es pueblo duro de cerviz. 14 Déjame que los destruya, y borre su nombre de debajo del cielo, y yo te pondré sobre una nación fuerte y mucho más numerosa que ellos. 15 Y volví y descendí del monte, el cual ardía en fuego, con las tablas del pacto en mis dos manos. 16 Y miré, y he aquí habíais pecado contra Jehová vuestro Dios; os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos pronto del camino que Jehová os había mandado. 17 Entonces tomé las dos tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré delante de vuestros ojos. 18 Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo. 19 Porque temí(B) a causa del furor y de la ira con que Jehová estaba enojado contra vosotros para destruiros. Pero Jehová me escuchó aun esta vez. 20 Contra Aarón también se enojó Jehová en gran manera para destruirlo; y también oré por Aarón en aquel entonces. 21 Y tomé el objeto de vuestro pecado, el becerro que habíais hecho, y lo quemé en el fuego, y lo desmenucé moliéndolo muy bien, hasta que fue reducido a polvo; y eché el polvo de él en el arroyo que descendía del monte.

22 También en Tabera,(C) en Masah(D) y en Kibrot-hataava(E) provocasteis a ira a Jehová. 23 Y cuando Jehová os envió desde Cades-barnea,(F) diciendo: Subid y poseed la tierra que yo os he dado,(G) también fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios,(H) y no le creísteis, ni obedecisteis a su voz. 24 Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco.

25 Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. 26 Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa. 27 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de este pueblo, ni a su impiedad ni a su pecado, 28 no sea que digan los de la tierra de donde nos sacaste: Por cuanto no pudo Jehová introducirlos en la tierra que les había prometido, o porque los aborrecía, los sacó para matarlos en el desierto. 29 Y ellos son tu pueblo y tu heredad, que sacaste con tu gran poder y con tu brazo extendido.

El mérito no es de Israel

Escucha, Israel: ahora vas a cruzar el Jordán para entrar y conquistar naciones más grandes y fuertes que tú que habitan en grandes ciudades con muros que llegan hasta el cielo. Esa gente es poderosa y de gran estatura; ¡son los anaquitas! Tú ya los conoces y sabes que de ellos se dice: «¿Quién puede oponerse a los anaquitas?». Pero tú, entiende bien hoy que el Señor tu Dios avanzará al frente de ti, y que los destruirá como fuego consumidor y los someterá a tu poder. Tú los expulsarás y los aniquilarás enseguida, tal como el Señor te lo ha prometido.

Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: «El Señor me ha traído hasta aquí, por causa de mi justicia, para tomar posesión de esta tierra». ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Entiende bien que eres un pueblo terco, que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra.

El becerro de oro

Recuerda esto y nunca olvides cómo provocaste la ira del Señor tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste de Egipto hasta tu llegada aquí, has sido rebelde contra el Señor. A tal grado provocaron el enojo del Señor en Horeb, que estuvo a punto de destruirlos. Cuando subí a la montaña para recibir las tablas de piedra, es decir, las tablas del pacto que el Señor había hecho con ustedes, me quedé en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua. 10 Allí el Señor me dio dos tablas de piedra, en las que él mismo escribió con su dedo todas las palabras que proclamó desde la montaña, en medio del fuego, el día de la asamblea.

11 Pasados los cuarenta días y las cuarenta noches, el Señor me dio las dos tablas de piedra; es decir, las tablas del pacto. 12 Luego el Señor me dijo: «Levántate y baja de aquí enseguida, porque ese pueblo tuyo que sacaste de Egipto se ha descarriado. Bien pronto se han apartado del camino que les mandé seguir y se han fabricado un ídolo de metal fundido».

13 También el Señor me dijo: «He visto a este pueblo y ¡realmente es un pueblo terco! 14 Déjame que lo destruya y borre hasta el recuerdo de su nombre. De ti, en cambio, haré una nación más fuerte y numerosa que la de ellos».

15 Luego me di vuelta y bajé de la montaña que ardía en llamas. En las manos traía yo las dos tablas del pacto. 16 Entonces vi que ustedes habían pecado contra el Señor su Dios, pues se habían fabricado un ídolo fundido con forma de becerro. ¡Bien pronto se habían apartado del camino que el Señor les había mandado! 17 Así que tomé las dos tablas que traía en las manos y las arrojé al suelo, haciéndolas pedazos delante de ustedes.

18 Nuevamente me postré delante del Señor cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua. Lo hice por el gran pecado que ustedes habían cometido al hacer lo malo a los ojos del Señor, provocando así su ira. 19 Tuve verdadero miedo del enojo y de la ira del Señor, pues a tal grado se indignó contra ustedes que quiso destruirlos. Sin embargo, el Señor me escuchó una vez más. 20 Y tan enojado estaba el Señor contra Aarón que quería destruirlo y también en esa ocasión intercedí por él. 21 Luego tomé el becerro que ustedes se fabricaron, ese ídolo que los hizo pecar y lo quemé en el fuego; lo desmenucé y lo molí hasta hacerlo polvo; después arrojé el polvo al arroyo que baja de la montaña.

22 En Taberá, en Masá y en Quibrot Hatavá ustedes provocaron también la ira del Señor. 23 Además, cuando el Señor los envió desde Cades Barnea y les dijo: «Suban y tomen posesión de la tierra que les he dado», ustedes se rebelaron contra la orden del Señor su Dios; no confiaron en él ni le obedecieron. 24 ¡Desde que los conozco han sido rebeldes al Señor!

25 Como el Señor había dicho que los destruiría, yo me quedé postrado ante él esos cuarenta días y cuarenta noches. 26 Oré al Señor y le dije: «Señor y Dios, ¡no destruyas tu propia heredad, el pueblo que por tu grandeza redimiste y sacaste de Egipto con gran despliegue de fuerza! 27 ¡Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob! Pasa por alto la terquedad de este pueblo, su maldad y su pecado, 28 no sea que en el país de donde nos sacaste digan: “El Señor no pudo llevarlos a la tierra que les había prometido. Y como los aborrecía, los sacó para que murieran en el desierto”. 29 Después de todo, ellos son tu propia heredad; son el pueblo que sacaste con gran despliegue de fuerza y de poder».