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El que habla en lenguas se fortalece a sí mismo, pero el que profetiza fortalece a toda la iglesia. Me gustaría que todos ustedes pudieran hablar en lenguas, pero me gustaría más que todos pudieran profetizar. Porque el que profetiza es más importante que el que habla en lenguas, a menos que alguien interprete, pues de esa manera sí puede fortalecer a la iglesia.

Entonces, hermanos ¿en qué les ayudo si les hablo en lenguas? Sólo les sirvo de ayuda si les hablo por medio del don de revelación, de conocimiento, de profecía o de enseñanza.

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El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.

Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?

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