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Cuando Abiatar, hijo de Ahimélec, escapó y fue a donde estaba David, había llevado un efod con él.

El pueblo le dijo a Saúl que David estaba en Queilá, y Saúl dijo:

—¡Dios me lo ha entregado! David está sin salida, en una ciudad con puertas y cerrojos.

Saúl convocó a todo su ejército para la batalla, y se alistaron para ir a Queilá y atacar a David y a sus hombres.

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