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Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «Justo es el Señor(A)».

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Cuando el Señor vio que se habían humillado, vino la palabra del Señor a Semaías, diciendo: «Se han humillado; no los destruiré(A), sino que les concederé cierta libertad y Mi furor no se derramará(B) sobre Jerusalén por medio de Sisac.

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