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25 Partió y llegó al monte Carmelo, donde estaba el profeta. Al verla de lejos, el profeta dijo a su criado Guejazí:

— Por ahí viene la sunamita. 26 Corre a su encuentro y pregúntale como están ella, su marido y su hijo.

Ella respondió:

— Estamos bien.

27 Cuando llegó al monte en donde estaba el profeta, ella se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo:

— Déjala, que está llena de amargura. El Señor me lo había ocultado, sin hacérmelo saber.

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25 Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo.

Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita. 26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. 27 Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.

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