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El rey contribuyó con una parte de su patrimonio para los holocaustos: para los holocaustos de la mañana y de la tarde, y para los holocaustos de los sábados, de las lunas nuevas y de las fiestas solemnes, como está escrito en la ley del SEÑOR. También mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que dieran a los sacerdotes y a los levitas la porción que les correspondía, para que se mantuvieran dedicados a la ley del SEÑOR. Cuando fue divulgada esta orden, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino nuevo, aceite, miel y de todos los frutos de la tierra. Asimismo, trajeron en abundancia los diezmos de todas las cosas.

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