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En todo Israel derribó altares y postes de Aserá, redujo a polvo los ídolos y cortó en pedazos todos los altares para quemar incienso, y luego regresó a Jerusalén.

En el año 18 de su reinado, Josías, después de haber purificado el país y el templo, mandó a Safán hijo de Asalías, a Maseías, el alcalde de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, el secretario real, a reparar el templo del SEÑOR su Dios. Ellos fueron a ver al sumo sacerdote Jilquías y le dieron el dinero que había sido recolectado en el templo de Dios y que los levitas porteros del templo habían recibido de la gente de Manasés y de Efraín, del resto que había quedado de Israel, de Judá y de Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén.

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