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Y todos los israelitas, viendo descender el fuego y la gloria del Señor sobre la casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron al Señor, diciendo: «Ciertamente Él es bueno; ciertamente Su misericordia es para siempre(A)».

Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificio delante del Señor(B). Y el rey Salomón ofreció un sacrificio de 22,000 bueyes y 120,000 ovejas. Así dedicaron la casa de Dios, el rey y todo el pueblo.

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