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12 La visión era ésta: El antiguo sumo sacerdote Onías, hombre bueno y excelente, de presencia modesta y carácter amable, de trato digno y dado desde su niñez a la práctica de la virtud, estaba con las manos extendidas, orando por todo el pueblo judío. 13 En seguida apareció otro hombre, que se distinguía por sus cabellos blancos y su dignidad; la majestad que lo rodeaba claramente indicaba que se trataba de un personaje de la más alta autoridad. 14 Onías tomó la palabra, y dijo: «Éste es Jeremías, el profeta de Dios, el amigo de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa.» 15 Jeremías extendió la mano derecha, le dio a Judas una espada de oro y le dijo: 16 «Toma esta espada santa, que Dios te da; con ella destrozarás a los enemigos.»

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