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Muerte de Nicanor

15 Cuando Nicanor, el gobernador de Judea, supo que Judas Macabeo y sus hombres estaban en Samaria, decidió atacarlos. Para estar más seguro de la victoria, planeó atacarlos un sábado, pues era el día de descanso de los judíos.

En el ejército de Nicanor había unos judíos que habían sido obligados a formar parte de sus tropas. Ellos le dijeron:

—El sábado es un día muy importante y especial para Dios. Guarde usted algo de respeto, no sea cruel, no los mate con tanta furia. Recuerde que Dios todo lo ve.

Pero ese malvado les dijo:

—¡No me vengan con que en el cielo hay un Dios tan poderoso que ordenó celebrar el sábado!

Ellos le respondieron:

—Pues fue el Dios de la vida y rey del cielo quien nos ordenó celebrar el séptimo día.

Pero Nicanor les contestó:

—Pues aquí en la tierra mando yo, y les ordeno que tomen sus armas y obedezcan las órdenes de mi rey.

Sin embargo, Nicanor no pudo llevar a cabo su diabólico plan. Era tanto su orgullo, que estaba seguro de la victoria. Hasta había decidido construir un monumento público con todo lo que le quitara al ejército de Judas.

Judas Macabeo, por el contrario, mantenía su confianza en Dios, y estaba totalmente seguro de que él los ayudaría. Por eso les daba ánimo a sus soldados. Les decía que no tuvieran miedo de los que no creían en Dios, sino que recordaran todas las veces que el Dios todopoderoso los había ayudado en el pasado. Y les pedía que confiaran en que Dios los ayudaría nuevamente. Luego les recordó las promesas de la Biblia y las muchas victorias del pasado, y eso los llenó de fuerzas y alegría. 10 Para finalizar, les habló de la maldad de los que no creían en Dios, y les dijo que no se podía confiar en ellos ni en sus juramentos. Luego Judas les dio instrucciones para enfrentar al enemigo. 11 Fueron tan efectivas sus palabras, que los soldados se llenaron de valor, y confiaron más en estas palabras de aliento que en sus espadas y escudos.

Además, Judas Macabeo les contó un sueño que había tenido, y eso los llenó de confianza y alegría. 12 En el sueño vio a Onías, un antiguo jefe de los sacerdotes. Desde niño, Onías había aprendido a ser bueno, y toda su vida fue honesto, bondadoso, de buen carácter y humilde. En el sueño, Onías tenía sus manos levantadas y estaba orando a favor de todo el pueblo judío. 13 Luego vio aparecer a otro hombre, el cual también estaba orando. Ese hombre tenía blanco el cabello, y sobresalía porque tenía la apariencia de un rey. Se notaba que era alguien con mayor autoridad. 14 Entonces Onías tomó la palabra, y dijo: «Éste es Jeremías, el profeta de Dios, el cual ama mucho a sus compatriotas. Él siempre ora por el pueblo de Judá y por la santa ciudad de Jerusalén». 15 Después, Jeremías extendió su mano derecha en dirección a Judas, y le entregó una espada de oro mientras le decía: 16 «Recibe esta espada como un regalo de Dios. Con ella destrozarás a tus enemigos».

17 Este mensaje maravilloso de Judas animó a los más jóvenes, y fue tanto el valor que sintieron los judíos, que decidieron salir del campamento y pelear valientemente contra sus enemigos. Querían terminar pronto con esta situación, pues la ciudad de Jerusalén, su religión y el templo estaban en peligro. 18 En ese momento les preocupaba más el templo, recién purificado, que la vida de sus esposas, hijos y familiares. 19 Por su parte, los que tuvieron que quedarse en la ciudad estaban muy tristes y angustiados, pensando en la batalla que se iba a dar afuera.

20 Todos esperaban con ansiedad el fin de esta situación. Los enemigos estaban listos para el combate, habían colocado los elefantes en los lugares donde podían hacer más daño, y los soldados que iban a caballo estaban a los dos costados.

21 Judas Macabeo vio que el ejército que marchaba contra ellos era muy numeroso, y que tenía muchas clases de armas y elefantes muy feroces. Pero él sabía que la victoria no se conseguía con las armas, sino con la ayuda de Dios, quien se la da a los que la merecen. Entonces, levantó sus brazos hacia el cielo y oró al Dios que hace milagros:

22 «Dios mío, cuando Senaquerib atacó a Ezequías, rey de Judá, tú enviaste a tu ángel para acabar con su ejército. ¡Y eso que eran ciento ochenta y cinco mil soldados! 23 Te ruego, Dios de los cielos, que también ahora envíes a tu buen ángel, para que vaya delante de nosotros, y llene de miedo y terror a nuestros enemigos. 24 Usa tu poder para herirlos, pues te han insultado y van a atacar a tu pueblo elegido».

25 Mientras los soldados de Nicanor avanzaban al son de trompetas y cantos de guerra, 26 los soldados de Judas marchaban pidiéndole a Dios su ayuda. 27 Peleaban con las manos, pero con el corazón oraban a Dios. Y con la fuerza que les daba la presencia de Dios, mataron a unos treinta y cinco mil enemigos.

28 Terminado el combate, los judíos, llenos de alegría, se dispusieron a abandonar el campo de batalla. Al hacerlo, descubrieron a Nicanor tirado en el suelo y con toda su armadura. ¡Había muerto en batalla! 29 Entonces, entre gritos de alegría comenzaron a alabar a Dios en su propio idioma. 30 Judas, que desde joven había amado a su pueblo, y que se había entregado por completo para luchar por él, mandó que le cortaran la cabeza a Nicanor. También ordenó que le cortaran el brazo derecho, y que tanto la cabeza como el brazo los llevaran a Jerusalén.

31 Al llegar a Jerusalén, Judas mandó llamar a los sacerdotes y a todos sus compatriotas. Se paró delante del altar y mandó buscar a los que estaban en la ciudad amurallada. 32 Entonces les mostró la cabeza del malvado Nicanor, y también el brazo. Era el brazo que Nicanor había levantado con orgullo y odio contra el templo de Jerusalén, para insultar al Dios todopoderoso. 33 Luego, le cortó la lengua al malvado Nicanor, y ordenó que la picaran en pedacitos y se la dieran como comida a las aves. También dio la orden de que pusieran el brazo frente al templo, en castigo por su locura. 34 Y todos los que allí estaban, levantaron sus ojos al cielo y alabaron a Dios con estas palabras: «Bendito seas Dios nuestro, que con tu presencia has protegido tu templo de toda contaminación».

35 Judas también colgó la cabeza de Nicanor en la ciudad amurallada, como una señal clara y fuerte de la ayuda de Dios. 36 Y todos estuvieron de acuerdo en que ese día debía celebrarse siempre. Así que declararon día de fiesta el día trece del mes doce, que en arameo se llama Adar.[a] De modo que esta fiesta se celebra un día antes de la fiesta de Purim.[b]

El fin de esta historia

37 Así concluye la historia del gobernador Nicanor, y así termina también mi narración. Desde ese día Jerusalén quedó bajo el control de los judíos.

38 Me sentiré satisfecho si esta historia quedó bien escrita y ordenada. Si no es así, y tiene poco valor, deben saber que hice lo mejor que pude. 39 Bien saben ustedes lo desagradable que es beber sólo vino o sólo agua; en cambio, el vino mezclado con un poco de agua es muy sabroso y agradable al paladar. Lo mismo pasa al escribir una historia: hay que saber combinar bien los relatos, para que les resulten agradables al lector.

Con esto doy por terminada mi obra.

Footnotes

  1. 2 Macabeos 15:36 Adar: Decimosegundo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de febrero a mediados de marzo.
  2. 2 Macabeos 15:36 Purim: Nombre hebreo de la fiesta que celebra la liberación del pueblo judío en los días del imperio persa.