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«Ustedes han pecado contra Dios. Por eso el rey Nabucodonosor de Babilonia se los llevará cautivos a su país. En Babilonia tendrán que vivir muchos años, un tiempo muy largo, siete generaciones; pero después yo los sacaré de allí en paz. En Babilonia verán dioses de plata, de oro y de madera, que la gente lleva cargados sobre los hombros y que dan miedo a los paganos. ¡Mucho cuidado! No sean como los paganos; no tengan miedo a esos dioses. Cuando los vean entre una multitud de gente que los adora, digan ustedes interiormente: “Sólo a ti, Señor, hay que adorar.” Porque mi ángel estará con ustedes y los protegerá.

»Esos ídolos están recubiertos de oro y plata, y tienen lengua modelada por un artesano, pero son de mentira y no pueden hablar. La gente toma oro y hace coronas para ponérselas en la cabeza a sus dioses, como si fueran muchachas que gustan de adornarse mucho. A veces los sacerdotes les roban a sus dioses el oro y la plata para gastarlo en provecho propio, o les dan una parte a las prostitutas que viven junto al templo. 10 Adornan con ropa a esos dioses de oro, de plata y de madera, como si fueran hombres; pero los dioses son incapaces de protegerse a sí mismos del moho y la carcoma. 11 A pesar de estar vestidos con mantos de púrpura, el polvo del templo se amontona sobre ellos, y es necesario limpiarles la cara. 12 Uno de ellos tiene cetro, como si fuera juez de un país; pero si alguien lo ofende, no puede matarlo. 13 Otro tiene en la mano una espada y un hacha, pero no puede defenderse en caso de guerra o de ataque de bandidos. 14 Así se puede ver que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.

15 »Esos dioses, colocados allá en sus templos, son tan inútiles como un cacharro roto. 16 Los ojos se les llenan del polvo levantado por la gente que entra en el templo. 17 Cuando alguien ha cometido una ofensa contra el rey y está a punto de ser ejecutado, se le cierran muy bien las puertas; así también los sacerdotes aseguran los templos con puertas, cerraduras y trancas, para que no entren ladrones a robar a los dioses.

18 »Les encienden lámparas, más de las que ellos mismos usan, pero los dioses no pueden ver ninguna. 19 Son como las vigas del templo: se dice que por dentro están todas carcomidas. Salen de la tierra los gusanos y se comen a los ídolos y sus ropas, y ellos no sienten nada. 20 Tienen la cara ennegrecida por el humo que hay en el templo. 21 Sobre su cabeza y su cuerpo van a pararse los murciélagos, las golondrinas y otras aves, y hasta los gatos. 22 Así pueden ver ustedes que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.

23 »Aunque están cubiertos de oro para que aparezcan hermosos, si alguien no quita la herrumbre, ellos no pueden darle brillo. Ellos mismos no sintieron nada cuando los estaban fundiendo. 24 Fueron comprados a un precio muy alto, y sin embargo no tienen vida. 25 Como en realidad no tienen pies, tienen que ser llevados en hombros, mostrando a los hombres su vergüenza. Y los mismos que les dan culto se llenan de vergüenza cuando ven que, si un ídolo se cae, ellos tienen que levantarlo. 26 Si lo dejan de pie, no puede moverse por sí mismo, y si se ladea, no puede enderezarse. Llevarles ofrendas a ellos es como llevar ofrendas a los muertos. 27 Lo que la gente ofrece a los ídolos, los sacerdotes lo venden para su provecho. Y las mujeres de los sacerdotes hacen otro tanto: toman una parte de la carne y la salan para usarla después, pero no dan nada a los pobres ni a los necesitados. Esas ofrendas las tocan mujeres que están en su período de menstruación, o que acaban de dar a luz. 28 Por estas cosas pueden ustedes darse cuenta de que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.

29 »¿Cómo puede alguien decir que son dioses? Son mujeres las que presentan las ofrendas a esos dioses de oro, de plata y de madera. 30 En los templos se sientan los sacerdotes con las túnicas desgarradas, con el cabello y la barba rapados, con la cabeza descubierta, 31 y lanzan gritos y alaridos como si estuvieran en un banquete en honor de un muerto. 32 Los sacerdotes toman las ropas de los ídolos y hacen vestidos para sus esposas y sus hijos. 33 A quienes les hacen algún mal o algún bien, esos dioses no pueden darles nada en pago; no pueden poner ni quitar un rey. 34 Tampoco pueden dar a nadie riqueza ni dinero. Si alguien les hace una promesa y no la cumple, no pueden reclamárselo. 35 No pueden librar a nadie de la muerte, ni salvar al débil del poder del violento. 36 No pueden devolver la vista al ciego, ni ayudar al necesitado, 37 ni tener compasión de la viuda, ni auxiliar al huérfano. 38 Esos dioses de madera cubiertos de oro y de plata son como bloques de piedra sacados de una cantera. ¡Los que les dan culto quedarán en ridículo! 39 ¿Cómo puede alguien pensar y decir que son dioses?

40 »Los mismos babilonios desacreditan a sus dioses, pues cuando ven un sordomudo, van y traen al dios Bel y le piden que le haga hablar, como si el ídolo pudiera oír; 41 pero están tan faltos de inteligencia que no son capaces de reflexionar y abandonar esos ídolos. 42 Las mujeres se atan una cuerda a la cintura, y se sientan en las calles a quemar salvado como si fuera incienso. 43 Y si un hombre pasa y se lleva a una de ellas para pasar la noche juntos, ella desprecia a sus compañeras porque no tuvieron el honor de ser invitadas y de que les desataran la cuerda. 44 Todo lo que tiene relación con los ídolos es engaño. ¿Cómo, entonces, puede alguien pensar y decir que son dioses?

45 »Los ídolos son hechos por artesanos y orfebres, y no son más que lo que el artista quiere que sean. 46 Los hombres que los hacen no viven mucho tiempo: ¿cómo pueden ser dioses cosas hechas por esos hombres? 47 Éstos no dejan a sus descendientes más que un engaño vergonzoso. 48 En caso de guerra o de desastre, los sacerdotes se reúnen para ver dónde esconderse con sus dioses. 49 ¿Cómo es posible que no se den cuenta de que no son dioses, si no pueden salvarse a sí mismos de la guerra y del desastre? 50 No son más que trozos de madera recubiertos de oro y plata; por eso, tarde o temprano aparecerá que son un puro engaño. Todas las naciones y sus reyes reconocerán que no son dioses, sino cosas hechas por los hombres, y que en ellos no hay ningún poder divino. 51 ¿Quién no se da cuenta, pues, de que no son dioses?

52 »No pueden nombrar a nadie rey de un país, ni pueden dar la lluvia a los hombres. 53 No pueden hacer valer en un juicio sus derechos, ni pueden salvar al oprimido, porque no tienen poder ninguno. Son como cuervos en el aire. 54 Y si se incendia el templo de esos dioses de madera recubiertos de oro y plata, los sacerdotes salen corriendo para salvarse, y los dioses, como troncos, se quedan allí dentro y se queman. 55 No pueden resistir a un rey que los ataque o a otros enemigos. 56 Entonces, ¿cómo es posible aceptar o pensar que son dioses?

57 »Esos dioses de madera recubiertos de oro y plata tampoco pueden escapar de los ladrones y bandidos. Llegan y les quitan a la fuerza el oro, la plata y la ropa con que están cubiertos, y se van, y los dioses no pueden defenderse. 58 Por eso, un rey que demuestre su valor, o un utensilio que preste algún servicio en una casa y que el dueño usa como quiere, son preferibles a uno de esos dioses falsos. Más vale una puerta en una casa, que proteja lo que hay dentro, o una columna de madera en un palacio, que uno de esos dioses falsos. 59 El sol, la luna y las estrellas brillan, cumplen una misión útil y obedecen. 60 Lo mismo el rayo: cuando brilla, es un espectáculo hermoso. El viento sopla en todas partes. 61 Y cuando Dios manda a las nubes que recorran toda la tierra, cumplen lo que les ordena. El fuego que cae del cielo para quemar montañas y bosques, cumple la orden que recibe. 62 Pero esos dioses no pueden compararse a ninguna de estas cosas ni en belleza ni en poder. 63 Por consiguiente, no es posible pensar ni decir que sean dioses, pues no tienen poder alguno ni pueden hacer justicia ni ningún bien a los hombres. 64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les tengan miedo.

65 »Ellos no pueden maldecir ni bendecir a los reyes; 66 no pueden mostrar a las naciones prodigios en el cielo, ni brillan como el sol, ni alumbran como la luna. 67 Mejores que ellos son las fieras, pues se pueden defender escondiéndose. 68 No hay, pues, la menor prueba de que sean dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.

69 »Esos dioses de madera recubiertos de oro y plata son como espantajos en un campo de melones, que no protegen nada, 70 o como un espino en un jardín, sobre el que se posan pájaros de toda clase, o como un cadáver abandonado en la oscuridad. 71 Al ver cómo se pudren la púrpura y el lino de que están ellos vestidos, pueden ustedes darse cuenta de que no son dioses. Por último, ellos mismos acabarán pudriéndose y quedarán en ridículo en todo el país. 72 Más vale un hombre honrado que no tiene ídolos, pues no hay peligro de que quede en ridículo.»