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Entonces tomarás la palabra, y delante del Señor tu Dios dirás:

“Un arameo errante fue mi padre. Con pocos hombres emigró a Egipto, y allí se quedó a vivir. Y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron, y nos impusieron una cruel esclavitud. Pero clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y el Señor oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestros pesados trabajos y nuestra opresión.

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