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El sacerdote Simón

50 Simón hijo de Onías
fue jefe de los sacerdotes,
y durante su vida reconstruyó el templo;
2-3 puso los cimientos de sus torres,
y construyó un estanque enorme
para que no faltara el agua.
Para que el pueblo viviera seguro,
reforzó las murallas de Jerusalén.

¡Qué gusto daba ver a Simón
cuando salía del templo,
rodeado de todo el pueblo!
Brillaba como la luna,
como el lucero de la mañana.
Resplandecía como el sol,
como el arco iris entre las nubes.
8-10 Parecía una rosa en primavera,
un lirio junto al arroyo,
un olivo cargado de aceitunas.
¡Parecía una copa de oro puro,
adornada con piedra preciosas!

11 Cuando se ponía sus ropas de fiesta
y subía al altar de nuestro Dios,
el templo se llenaba de luz.
12-13 De manos de los sacerdotes,
y en presencia de todo el pueblo,
recibía las ofrendas para Dios.
14-15 Luego preparaba los animales
que se iban a sacrificar,
y derramaba el vino sobre el altar
como ofrenda agradable a Dios.
16 Los sacerdotes tocaban las trompetas
y lanzaban gritos de alegría,
para pedir al Dios altísimo
que se acordara de su pueblo.

17-19 Enseguida todo el pueblo
se inclinaba hasta tocar el suelo
para adorar al Dios altísimo,
mientras cantaba dulces melodías
hasta el final del culto.
20 Después Simón alzaba las manos
para bendecir a todo el pueblo
en nombre del Dios todopoderoso.
21 Al recibir la bendición de Dios,
el pueblo volvía a arrodillarse.

Invitación a la oración

22 Y ahora, bendigamos a Dios,
que por todas partes hace maravillas
y siempre nos trata con bondad.
23 Que Dios nos llene de alegría
y nos conceda vivir en paz.
24 Que mantenga con nosotros
su gran amor y sus promesas,
y nos libre de todo mal.

Los pueblos enemigos

25 Hay dos pueblos que no me agradan,
y un tercero que ni es nación:
26 los filisteos, en la costa del mar;
los edomitas, en las montañas del sur;
y los samaritanos, en Siquem.

Conclusión

27 Éstas son las enseñanzas de Jesús,
el hijo de Sirac y nieto de Eleazar,
que vivió en Jerusalén,
que derramó su sabiduría como lluvia,
y la dejó escrita en este libro.
28 ¡Dios bendiga al que las estudie
y las retenga en su memoria!
29 Si tú practicas sus enseñanzas,
serás tan sabio como valiente
y la luz de Dios guiará tus pasos.