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Era un árbol imponente y majestuoso,
    de ramas extendidas;
sus raíces se hundían
    hasta las profundas aguas.
Ningún cedro en el jardín de Dios
    se le podía comparar;
ningún pino ostentaba un follaje parecido,
    ni tenían sus frondas los castaños.
Ningún árbol del jardín de Dios
    se le comparaba en hermosura.
Yo lo hice bello
    y con un ramaje majestuoso.
En el Edén, jardín de Dios,
    era la envidia de todos los árboles.

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