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Allí noté la gloria del Dios de Israel que provenía del oriente haciendo un ruido tan fuerte como el de un mar enfurecido. Su gloria iluminó la tierra. Fue como la visión que había visto antes, como la visión que vi cuando Dios vino a destruir la ciudad, como la que vi junto al canal Quebar. Me incliné rostro en tierra. Luego la gloria del SEÑOR entró en el templo por la puerta que da hacia el oriente.

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