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¡Basta de traerme extranjeros, gente incircuncisa en su corazón y en su cuerpo, para contaminar con su presencia mi santuario y mi templo! ¡Basta de ofrecer mi pan, y la grasa y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas tus abominaciones!” Pues Israel no ha respetado lo establecido acerca de mis cosas santas, sino que han puesto a extranjeros como guardianes de las ordenanzas en mi santuario.»

Así ha dicho Dios el Señor:

«No entrará en mi santuario ningún extranjero que viva entre los hijos de Israel, ni tampoco ninguno de sus hijos, ni nadie que sea incircunciso en el corazón y en su cuerpo.

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