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Cuando Abrahán dejó de llorar a su muerta, fue a hablar con los hititas; les dijo:

«Yo soy entre ustedes un extranjero, un forastero.(A) Pero denme entre ustedes una propiedad para sepultura,(B) y sepultaré allí a mi muerta.»

Los hititas le respondieron a Abrahán:

«Señor nuestro, escúchanos: para nosotros tú eres un príncipe de Dios; sepulta a tu muerta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres a tu muerta.»

Abrahán se puso de pie, e inclinándose ante los hititas, el pueblo de aquella tierra, les dijo:

«Si es la voluntad de ustedes que yo sepulte a mi muerta, préstenme atención e intercedan por mí ante Efrón hijo de Sojar, para que me dé la cueva de Macpela, la que tiene en los límites de su heredad. Pídanle que me la ceda por su justo precio, para que yo tenga entre ustedes una sepultura.»

10 Este Efrón estaba allí, entre los hititas, pues allí vivía, así que en presencia de los hititas y de todos los que entraban por la puerta de su ciudad le respondió a Abrahán. Le dijo:

11 «No, señor mío, escúchame: yo te cedo la heredad, y te cedo también la cueva que está en ella; te la cedo en presencia de los hijos de mi pueblo. Sepulta a tu muerta.»

12 Entonces Abrahán se inclinó ante el pueblo de la tierra, 13 y en presencia del pueblo de la tierra le respondió a Efrón. Le dijo:

«Más bien, si te parece, te ruego que me escuches. Yo mismo te daré el precio de la heredad, y entonces sepultaré allí a mi muerta.»

14 Pero Efrón le respondió a Abrahán, y le dijo:

15 «Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientas monedas de plata; ¿qué es esa cantidad entre tú y yo? Ve y entierra a tu muerta.»

16 Y Abrahán aceptó el precio fijado por Efrón, y ante los hititas como testigos le entregó a Efrón la cantidad establecida, es decir, cuatrocientas monedas, de buena ley entre mercaderes.

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