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Pero nuestro Sumo sacerdote, que ha recibido un ministerio sacerdotal mucho mejor, es mediador de una alianza mejor, basada en mejores promesas.

Imperfección de la primera alianza

Si la primera alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesaria una segunda alianza. Pero Dios encontró imperfecta a aquella gente, y dijo:

«El Señor dice: Vendrán días
en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá.
Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados,
cuando los tomé de la mano
para sacarlos de la tierra de Egipto;
y como ellos no cumplieron mi alianza,
yo los abandoné, dice el Señor.
10 La alianza que haré con Israel
después de aquellos días,
será ésta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
11 Ya no será necesario que unos a otros,
compatriotas o parientes, tengan que instruirse
para que conozcan al Señor,
porque todos me conocerán,
desde el más pequeño hasta el más grande.
12 Yo les perdonaré sus maldades
y no me acordaré más de sus pecados.»

13 Cuando Dios habla de una nueva alianza es porque ha declarado vieja a la primera; y a lo que está viejo y anticuado, poco le falta para desaparecer.

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