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27 Cuando el carcelero despertó y vio las puertas abiertas, pensó que los prisioneros se habían escapado. Sacó entonces su espada para matarse, 28 pero Pablo le gritó: «¡No te mates! Todos estamos aquí.»

29 El carcelero pidió que le trajeran una lámpara, y entró corriendo en la cárcel. Cuando llegó junto a Pablo y a Silas, se arrodilló temblando de miedo,

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