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El siervo del Señor

42 »Aquí está mi siervo, a quien sostengo,
mi elegido, en quien me deleito.
He puesto en él mi espíritu
para que traiga la justicia a todas las naciones.
No gritará, no levantará la voz,
no hará oír su voz en las calles,
no acabará de romper la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Verdaderamente traerá la justicia.
No descansará ni su ánimo se quebrará,
hasta que establezca la justicia en la tierra.
Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.»

Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió,
que formó la tierra y lo que crece en ella,
que da vida y aliento a los hombres que la habitan,
dice a su siervo:
«Yo, el Señor, te llamé
y te tomé por la mano,
para que seas instrumento de salvación;
yo te formé, pues quiero que seas
señal de mi alianza con el pueblo,
luz de las naciones.
Quiero que des vista a los ciegos
y saques a los presos de la cárcel,
del calabozo donde viven en la oscuridad.

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