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Pero también estos erraron con el vino, y con sidra se entontecieron; el sacerdote y el profeta erraron con sidra, fueron trastornados por el vino; se aturdieron con la sidra, erraron en la visión, tropezaron en el juicio. Porque toda mesa está llena de vómito y suciedad, hasta no haber lugar limpio. ¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados?, ¿a los arrancados de los pechos?

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También sacerdotes y profetas
    se tambalean por causa del vino,
    trastabillan por causa del licor;
quedan aturdidos con el vino,
    tropiezan a causa del licor.
Cuando tienen visiones, titubean;
    cuando toman decisiones, vacilan.
¡Sí, regadas de vómito están todas las mesas,
    y no queda limpio ni un solo lugar!

«¿A quién cree el Señor que enseña? —se preguntan—,
    ¿a quién está explicando su mensaje?
¿Cree que somos niños recién destetados,
    que acaban de dejar el pecho?

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