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Asiria, instrumento de Dios

«¡Ay, Asiria,(A) vara y báculo de mi furor! En su mano he puesto mi ira. Voy a mandarla contra una nación impía; voy a enviarla contra el pueblo que ha provocado mi ira, para que le arrebate sus riquezas y lo despoje de todo, y lo deje por los suelos para que lo pisoteen como al lodo.

»Ese pueblo no lo piensa así, ni en su corazón se imagina esto; más bien, piensa en desarraigar y destruir no pocas naciones. Pues dice: “¿Acaso no son reyes todos mis príncipes? ¿Acaso no son Calno como Carquemis, Jamat como Arfad, y Samaria como Damasco?” 10 Así como mi mano halló los reinos de los ídolos, cuyas imágenes eran más que las de Jerusalén y de Samaria, 11 ¿no haré con Jerusalén y con sus ídolos lo mismo que hice con Samaria y con sus ídolos?»

12 Pero después de que el Señor haya acabado de hacer todo esto en el monte de Sión y en Jerusalén, él habrá de castigar el soberbio fruto del corazón del rey de Asiria, y el brillo de sus altivos ojos. 13 Porque él dijo: «Esto lo he hecho con el poder de mi mano, y con mi sabiduría, porque soy muy inteligente. A los pueblos les quité sus territorios, y saqueé sus tesoros; y como un valiente derroqué a los que reinaban. 14 Mi mano halló las riquezas de los pueblos, como quien halla un nido; como quien recoge los huevos abandonados, así me apoderé yo de toda la tierra, sin que nadie aleteara ni abriera la boca y graznara.»

15 ¿Puede el hacha sentirse mayor que quien corta con ella? ¿Creerá la sierra que es más que el que la mueve? ¿Cómo podría el báculo levantar al que lo lleva? ¿Cómo levantará el bastón a quien no es madera? 16 Por eso Dios, el Señor de los ejércitos, hará que los robustos se vuelvan débiles, y bajo su poder encenderá una hoguera, y arderá como fuego. 17 La luz de Israel será un fuego, y su Santo será una llama, que en un día consumirá por completo sus cardos y sus espinos. 18 Consumirá totalmente el esplendor de su bosque y de su fértil campo, su alma y cuerpo, y quedará como un abanderado derrotado. 19 En su bosque quedarán tan pocos árboles que hasta un niño los podrá contar.

20 Cuando llegue ese día, sucederá que los sobrevivientes de Israel y de la casa de Jacob nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán en el Señor, el Santo de Israel. 21 El remanente volverá; sí, el remanente de Jacob se volverá al Dios fuerte. 22 Israel, si tu pueblo llega a ser como la arena del mar, que vuelve a él, la destrucción acordada rebosará de justicia; 23 porque Dios, el Señor de los ejércitos, llevará a cabo en medio de la tierra la destrucción que ya ha sido decidida.(B)

24 Por tanto, así dice Dios, el Señor de los ejércitos:

«Pueblo mío, que habitas en Sión; no tengas miedo de Asiria. Podrá herirte con su cetro, y levantar contra ti su báculo, como lo hizo Egipto; 25 pero dentro de poco tiempo se acabará mi furor contra ti, y mi enojo los destruirá. 26 Yo, el Señor de los ejércitos levantaré contra él un látigo, como cuando herí de muerte a Madián en la peña de Oreb; levantaré mi báculo sobre el mar, como lo hice en el camino de Egipto. 27 Cuando llegue ese día, la carga de Asiria será quitada de tu hombro; de tu cerviz se quitará su yugo, y éste se pudrirá por tu robustez.»

28 Ha llegado hasta Ayat; ha cruzado hasta Migrón; en Micmas cuenta su ejército. 29 Han cruzado el vado; pasan la noche en Geba; tiembla Ramá y Gabaa de Saúl huye. 30 ¡Grita a voz en cuello, hija de Galín! ¡Haz que se oiga hasta Lais, pobrecilla Anatot! 31 Madmena se alborota; los habitantes de Guebín huyen. 32 Viene aún el día en que plantará su pie en Nob; levantará la mano contra el monte de la hija de Sión, contra el collado de Jerusalén. 33 Pero Dios, el Señor de los ejércitos, desgajará el ramaje con violencia y los árboles de gran altura serán talados, y las alturas serán humilladas. 34 Con un hacha derribará la espesura del bosque, y el Líbano caerá con gran estruendo.

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Asiria será destruida

24 El Señor de los ejércitos hizo este juramento:

«Todo se hará tal y como lo he pensado; todo se confirmará tal y como lo he decidido. 25 Yo destruiré al asirio(A) en mi tierra; lo pisotearé en mis montes. Libraré a mi pueblo de su yugo, y le quitaré esa carga de sus hombros.»

26 Éste es el acuerdo que se ha tomado en toda la tierra, y ésta es la mano que se ha extendido sobre todas las naciones. 27 El Señor de los ejércitos lo ha decidido; ¿quién podrá impedirlo? Él ha extendido su mano; ¿quién la hará retroceder?

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Profecía acerca de Nínive.(A) Libro de la visión de Nahúm de Elcos.

El Señor es un Dios celoso y vengador;
es el Señor de la venganza y de la ira.
El Señor se venga de sus adversarios
y mantiene su enojo contra sus enemigos.
El Señor es lento para la ira,
y su poder es impresionante.
El Señor no tiene por inocente al culpable.

El Señor marcha en la tempestad y en el torbellino;
las nubes son el polvo que levantan sus pies.
El Señor reprende al mar,
y el mar y todos los ríos se secan.
Basán y el Carmelo fueron destruidos,
y destruido también lo mejor del Líbano.
Ante el Señor tiemblan los montes
y se desmoronan las colinas;
ante su presencia la tierra se estremece,
y tiemblan el mundo y sus habitantes.
¿Quién puede enfrentarse a su ira?
¿Quién puede resistir el ardor de su enojo?
Su ira se extiende como el fuego,
y hace que las peñas se desgajen.

El Señor es bueno;
es un refugio en el día de la angustia.
El Señor conoce a los que en él confían,
pero destruye a sus adversarios
con una impetuosa inundación
y persigue con las tinieblas a sus enemigos.
¿Hacen ustedes planes contra el Señor?
¡Él los deshará por completo,
y no tendrá que vengarse dos veces!
10 Podrán hacer estrechas alianzas,
como entretejidos espinos,
y saturarse de vino para darse valor,
pero serán consumidos como la hojarasca.

11 De ti, Nínive, salió el consejero perverso,
¡el que pensó hacerle daño al Señor!
12 Pero así ha dicho el Señor:
«Aunque ellos sean muchos y vivan tranquilos,
aun así serán destruidos y dejarán de existir.
Ya te he afligido bastante, Jerusalén,
y no volveré a afligirte.
13 Voy a hacer pedazos el yugo y las coyundas
que Nínive te ha impuesto.»

14 Acerca de ti, Nínive, el Señor ha ordenado
que no quede ni memoria de tu nombre.
Por causa de tu vileza serán destruidas
todas las esculturas y las estatuas fundidas
que hay en el templo de tu dios,
y allí se pondrá tu sepulcro.

Anuncio de la caída de Nínive

15 Ya se oyen sobre los montes
los pies del que trae buenas nuevas,
del que anuncia la paz.(B)
¡Celebra tus fiestas, Judá, y cumple tus votos!
¡Los malvados han perecido por completo,
y nunca más volverán a conquistarte!

Ya avanza contra ti el destructor.
Vigila, pues, tu fortaleza y el camino.
Vístete y refuerza al máximo tu poder.
Los saqueadores despojaron a Jacob,
¡estropearon las viñas de Israel!
Pero el Señor restaurará su antigua gloria.

Rojos son los escudos de los guerreros.
Rojos son también sus uniformes.
Sus carros de guerra brillan como antorchas.
Llegó el día del ataque, y ya agitan las lanzas.
Los carros se precipitan a las plazas
y ruedan con estruendo por las calles.
Su aspecto es el de antorchas encendidas,
que pasan como súbitos relámpagos.

El rey manda llamar a sus valientes,
y éstos en su prisa se atropellan.
Corren a las murallas y preparan la defensa.
Se abren las compuertas de los ríos,
y las aguas inundan el palacio.
La reina es apresada y llevada en vilo.
Sus criadas gimen como palomas,
y en su angustia se golpean el pecho.

La gente en Nínive parece una represa
cuyas aguas se hubieran desbordado.
Algunos gritan: «¡Deténganse, deténganse!»,
pero nadie retrocede.
Unos se roban la plata, otros se roban el oro,
¡parecieran no tener fin tantas riquezas
y tantos objetos codiciables y valiosos!

10 Nínive queda vacía, vencida, despojada.
El corazón le desfallece, le tiemblan las rodillas,
le duelen las entrañas, su rostro palidece.
11 ¿Qué hay de la guarida de los leones?
¿Qué pasó con la guarida de cachorros,
donde el león y la leona descansaban,
donde nadie osaba espantar a los cachorros?
12 El león mataba para alimentar a sus cachorros,
desgarraba su presa y alimentaba a sus leonas;
¡con los despojos de sus víctimas
llenaba sus cuevas y guaridas!

Destrucción total de Nínive

13 «Pero yo estoy contra ti.
Voy a quemar tus carros de guerra,
y los reduciré a cenizas.
La espada acabará con tus leoncillos;
pondré fin al pillaje que hay en el país,
y nunca más volverá a escucharse
la voz de tus mensajeros.»

—Palabra del Señor de los ejércitos.

«¡Ay de ti, ciudad sanguinaria!
¡Rebosando estás de mentira y de rapiña,
pero no renuncias al pillaje!

»Chasquido de látigos, fragor de ruedas,
galope de caballos, estridencia de carruajes,
¡y carga de la caballería!
¡Brillan las espadas, centellean las lanzas!
¡Son muchos los caídos! ¡Abundan los cadáveres!
¡No es posible contar los cuerpos inertes
con los que todo el mundo tropieza!

»¡Y todo por culpa tuya,
ramera de cara bonita, maestra en hechizos!
Con tus muchos encantos y tu procaz liviandad
sedujiste a pueblos y naciones!
¡Pero yo estoy contra ti!
Voy a levantarte la falda hasta el rostro,
y expondré ante naciones y reinos
tu desnudez y tu vergüenza.

—Palabra del Señor de los ejércitos.

»Voy a humillarte.
Voy a lanzar inmundicias sobre ti.
¡Voy a ponerte como estiércol!
Todos los que te vean dirán,
mientras se apartan de ti:
“Nínive ha sido devastada.
¿Quién se compadecerá de ella?
¿Dónde hallaré quien la consuele?”

»¿Acaso eres tú mejor que Tebas,
la ciudad asentada junto al Nilo,
que se creía protegida por el mar,
por estar rodeada de tantas aguas?
Etiopía y Egipto la apoyaban siempre,
Fut y Libia le brindaban su apoyo.
10 Sin embargo, Tebas marchó al cautiverio.
Sus niños fueron estrellados contra el suelo
en los cruceros de las calles;
sus varones fueron repartidos por sorteo,
y todos sus magnates fueron encadenados.

11 »También tú serás embriagada y encarcelada.
También tú buscarás esconderte del enemigo.
12 Tus fortalezas serán como las higueras:
cuando las brevas ya están maduras,
a la menor sacudida caen en la boca
del que se las quiere comer.
13 En tus calles, los hombres se acobardarán;
el país quedará indefenso ante el enemigo,
y el fuego consumirá tus cerrojos.

14 »Aunque te abastezcas de agua para el asedio,
aunque refuerces tus fortalezas,
aunque te metas en el lodo y lo apisones,
y prepares el horno para hacer ladrillos,
15 te consumirá el fuego y te derribará la espada.
Aunque te multipliques como las langostas,
la espada te consumirá como el pulgón.

16 »Tus mercaderes llegaron a multiplicarse
más que las estrellas del cielo,
pero llenos de miedo se dieron a la fuga.
17 Eran tus príncipes y tus magnates
tan voraces como una nube de langostas;
en los días fríos se sentaban en los muros.
¡Pero el sol salió, y desaparecieron,
y nunca más se supo de ellas!

18 »Rey de Asiria, tus pastores ya han muerto.
Para siempre reposan tus valientes.
Tu pueblo anda disperso por las montañas,
y no hay nadie que pueda congregarlos.
19 Tus fracturas no tienen remedio.
Tus heridas son incurables.
Todos los que sepan lo que te ha pasado
batirán las manos y se alegrarán de ti.
¿Y quién no sufrió tu constante maldad?