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Yo, el SEÑOR, la guardo.

A cada momento la riego;

y para que nadie la dañe, de día

y de noche la guardo.

Ya no hay furor en mí.

¿Quién pondrá contra mí espinos

y cardos en batalla?

Yo irrumpiré contra ellos

y los quemaré a una,

salvo que se acoja a mi amparo

y haga la paz conmigo.

¡Que conmigo haga la paz!”.

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