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Tampoco le den reposo, hasta que él restablezca a Jerusalén y haga de ella una alabanza en la tierra.

El SEÑOR juró por su mano derecha y por el brazo de su poder: “Nunca más daré tu trigo por comida a tus enemigos ni beberán los extranjeros del vino nuevo por el cual tú has trabajado. Más bien, los que lo cosechen lo comerán, y alabarán al SEÑOR; y los que lo recolecten lo beberán en los atrios de mi santuario”.

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