Los egipcios, en cambio, son simples mortales y no dioses;
    sus caballos son carne y no espíritu.
Cuando el Señor extienda su mano,
    tropezará el que presta ayuda
    y caerá el que la recibe.
    ¡Todos juntos perecerán!

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Los egipcios son simples hombres, y no dioses; sus caballos son carne, y no espíritu; cuando el Señor extienda su mano, juntos caerán el que ayuda y el ayudado, y todos ellos rodarán por el suelo.

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Pues los egipcios son hombres, y no Dios(A),
y sus caballos(B) son carne, y no espíritu;
el Señor, pues, extenderá su mano(C),
y el que ayuda tropezará,
y el que recibe ayuda caerá(D);
todos ellos a una perecerán.

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