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El Señor afirma: «En aquel tiempo sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes y de los jefes de Judá, de los sacerdotes, de los profetas y de los que vivieron en Jerusalén, y los dejarán tendidos al sol, a la luna y a todas las estrellas a las que habían amado, servido, seguido, consultado y adorado. Nadie los recogerá para enterrarlos. Quedarán en el suelo, como estiércol. Los que queden con vida de esta gente tan mala, en cualquier lugar en que se encuentren después que yo los disperse, preferirán la muerte a la vida. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.

Traición y castigo de Israel

»Tú, Jeremías, comunícale al pueblo este mensaje de mi parte:

»“Cuando uno se cae, se levanta;
cuando pierde el camino, vuelve a él.
Entonces, Israel, ¿por qué me traicionaste?
¿Por qué, Jerusalén, renegaste de mí para siempre?
¿Por qué te empeñas en ser rebelde
y no quieres volver?
He estado escuchando con atención,
pero no he oído a nadie
que se arrepienta de su maldad
y tenga la franqueza de decir:
¿Qué es lo que he hecho?
Todos siguen veloces su camino,
como caballos desbocados en la batalla.
Aun la cigüeña en el cielo
sabe cuándo debe volver.
La tórtola, la golondrina y la grulla
saben cuándo deben ir a otro lugar.
En cambio tú, pueblo mío,
no conoces mis leyes.
¿Cómo pueden ustedes decir que son sabios
y que tienen la ley del Señor?
¡Si los cronistas, con pluma mentirosa,
la han falsificado!
Pero esos sabios quedarán humillados,
acobardados, como animales caídos en la trampa.
¿Dónde está su sabiduría,
si han rechazado mi palabra?
10 Por eso, voy a entregar sus mujeres a otros hombres,
y sus tierras a otros dueños.
Porque todos, grandes y pequeños,
sólo piensan en las ganancias mal habidas;
profetas y sacerdotes,
todos cometen fraudes.
11 Tratan por encima las heridas de mi pueblo;
dicen que todo está bien,
cuando todo está tan mal.
12 ¡Debería darles vergüenza
de hacer esas cosas que no soporto!
Pero no, no sienten vergüenza,
¡ya ni saben lo que es avergonzarse!
Por eso, cuando yo los castigue,
tropezarán y caerán como los otros.
Yo, el Señor, lo digo.”»

13 El Señor afirma:
«Voy a cortar a mi pueblo como si fuera trigo.
No quedará ni una uva en el viñedo,
ni un higo en la higuera.
Sólo quedarán hojas marchitas.»

14 Y el pueblo dirá:
«¿Para qué nos quedamos aquí?
¡Vámonos todos a las ciudades fortificadas,
a que nos maten de una vez!
El Señor, nuestro Dios, va a hacernos morir;
nos da a beber agua envenenada,
porque pecamos contra él.
15 Esperábamos prosperidad,
pero nada bueno nos ha llegado.
Esperábamos salud,
pero sólo hay espanto.
16 ¡Ya viene el enemigo!
¡Ya se oye desde Dan el resoplar de sus caballos!
Cuando relinchan, tiembla toda la tierra.
Vienen a destruir el país y todos sus bienes,
las ciudades y a los que en ellas viven.»

17 El Señor afirma:
«Voy a enviar contra ustedes serpientes venenosas,
que los van a morder;
contra ellas no hay magia que valga.»

Dolor de Jeremías por su pueblo

18 Mi dolor no tiene remedio,
mi corazón desfallece.
19 Los ayes de mi pueblo
se oyen por todo el país:
«¿Ya no está el Señor en Sión?
¿Ya no está allí su rey?»
Y el Señor responde:
«¿Por qué me ofendieron adorando a los ídolos,
a dioses inútiles y extraños?»
20 Pasó el verano, se acabó la cosecha
y no ha habido salvación para nosotros.
21 Sufro con el sufrimiento de mi pueblo;
la tristeza y el terror se han apoderado de mí.
22 ¿No habrá algún remedio en Galaad?
¿No habrá allí nadie que lo cure?
¿Por qué no puede sanar mi pueblo?

1-2 »Cuando llegue ese día, sacarán de las tumbas los huesos de todas las autoridades y de todos los habitantes de Judá. Los tenderán en el suelo, a la luz del sol, la luna y las estrellas, pues ellos no solamente adoraron a estos astros del cielo, sino que los amaron y los consultaron. Esos huesos no volverán a ser enterrados, sino que se quedarán sobre la tierra, tirados como basura. Les juro que así será. Dispersaré por todo el mundo a esta gente tan malvada, y los que queden con vida preferirán morir antes que seguir viviendo. Les juro que así será.

Pecado y castigo

»Cuando alguien se equivoca, se corrige;
cuando pierde el camino, vuelve a buscarlo.
Pero este pueblo me abandonó
y no quiere volver a mí.
La gente de Jerusalén insiste en rechazarme;
prefiere a los dioses falsos,
y no quiere volver a mí,
que soy el Dios verdadero.
Los he escuchado con mucha atención,
pero no hay quien diga la verdad,
ni quien se arrepienta de su maldad.
¡Nadie admite que ha hecho mal!
Todos hacen lo que les da la gana,
¡parecen caballos fuera de control!
Hasta la cigüeña y la grulla
conocen las estaciones del año;
también la tórtola y la golondrina
saben cuándo ir a un lugar más cálido.
En cambio, este pueblo no me conoce
ni quiere obedecer mis leyes.

»¿Cómo se atreven ustedes a decir
que son un pueblo inteligente
y que me obedecen?
¡Hasta los maestros enseñan mentiras,
y luego andan diciendo
que así dice la Biblia!
Esos sabios quedarán avergonzados,
pues su derrota será completa.
De sabios no tienen nada,
pues han rechazado mis enseñanzas.
10 Castigaré a todos los de Judá;
sus casas, campos y mujeres
pasarán a manos de otros.
Les juro que así será.

»Todos desean lo que no es suyo,
desde el más chico hasta el más grande.
Ya no se puede confiar
ni en el profeta ni en el sacerdote.
11 Con pañitos de agua tibia
pretenden curar las heridas del pueblo.
Insisten en que todo está bien,
cuando en realidad todo está mal.
12 Han cometido los pecados más asquerosos,
pero ni vergüenza les da,
pues ya ni saben lo que es tener vergüenza.
Por eso, voy a castigarlos,
y todos serán destruidos.
Les juro que así será.

13 »Una viña me daría uvas,
una higuera me daría higos,
pero ustedes no me dan nada.
¡Por eso voy a quitarles
todo lo que les había dado!»

14 El pueblo respondió:

«¿Qué hacemos aquí sentados?
¡Vayamos a las ciudades fortificadas,
y murámonos de una vez!
Nuestro Dios nos está matando;
nos ha dado agua envenenada
porque hemos pecado contra él.
15 Esperábamos que nos fuera bien,
pero nada bueno hemos recibido;
esperábamos ser sanados,
pero estamos llenos de miedo.

16 »Desde la ciudad de Dan se escucha
cómo relinchan y resoplan los caballos,
y cómo hacen temblar toda la tierra.
¡Viene el ejército enemigo
a destruir a Jerusalén
y a todos sus habitantes!
¡Se acerca el enemigo,
para destruir el país
y todo lo que hay en él!»

17 Dios volvió a decirles a los israelitas:

«¡Voy a enviarles serpientes venenosas!
Cuando los muerdan,
ni la magia podrá salvarlos».

Jeremías sufre por su pueblo

Entonces yo, Jeremías, dije:

18 «Estoy tan triste
que no me quedan ganas de vivir.
19 Por todos los rincones del país
mi pueblo llora y exclama:
“Nuestro Dios nos ha abandonado;
ya no está en Jerusalén”».

Dios respondió:

«¿Por qué me hacen enojar los israelitas
con sus dioses inútiles y extraños?»

20 El pueblo dijo:

«Ya el verano terminó,
y la cosecha llegó a su fin,
pero nosotros seguimos sufriendo».

Y yo respondí:

21 «Veo sufrir a mi pueblo,
y eso me duele,
me entristece y me asusta.
22 ¿Cómo es posible que no hallemos
consuelo para nuestro sufrimiento?
¿Cómo es posible
que nadie pueda ayudarnos?
¿Cómo es posible que mi pueblo
siga estando enfermo?