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Morirán de dolorosas enfermedades. No se llorara su muerte, ni serán enterrados. Más bien, serán como estiércol en el suelo; serán consumidos por la espada y por el hambre, y sus cadáveres les servirán de alimento a las aves de rapiña y a los animales feroces.

»Yo, el Señor, te ordeno que no vayas a ninguna casa donde haya un muerto, ni lamentes su muerte ni consueles a los deudos, porque mi paz, mi compasión y mi misericordia ya no están con este pueblo.

—Palabra del Señor.

»Grandes y pequeños morirán en esta tierra sin que nadie los entierre ni los llore, ni se haga heridas ni se rape en señal de duelo.

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