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Entonces los oficiales le dijeron al rey:

—Hay que matar a este hombre porque con estos mensajes está desanimando a los soldados que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo. En realidad este hombre no busca el bienestar de este pueblo, sino su sufrimiento.

El rey Sedequías dijo:

—Hagan lo que les parezca, yo ya ni puedo oponerme a ustedes.

Así que tomaron a Jeremías y lo bajaron con cuerdas en la cisterna del patio de la prisión, la cual era de Malquías, el hijo del rey. Pero como la cisterna no tenía agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él.

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