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22 ¿No me tienes respeto?
    ¿Por qué no tiemblas en mi presencia?
Yo, el Señor, con la arena defino el límite del océano
    como frontera eterna que las aguas no pueden cruzar.
Las olas pueden agitarse y rugir,
    pero nunca podrán pasar los límites que establecí.
23 Sin embargo, mi pueblo tiene el corazón terco y rebelde;
    se alejó y me abandonó.
24 No dicen de corazón:
    ‘Vivamos con temor reverente ante el Señor nuestro Dios,
porque nos da la lluvia cada primavera y otoño,
    asegurándonos una cosecha en el tiempo apropiado’.

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