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10 Mi alma es cortada en mi vida; por tanto soltaré mi queja sobre mí, y hablaré con amargura de mi alma.

Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué pleiteas conmigo.

¿Te parece bien que oprimas, y que deseches la obra de tus manos, y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos?

¿Tienes tú ojos de carne? ¿Ves tú como ve el hombre?

¿Son tus días como los días del hombre, o tus años como los tiempos humanos,

para que inquieras mi iniquidad, y busques mi pecado,

sobre saber tú que no soy impío, y que no hay quien de tu mano me libre?

Tus manos me formaron y me compusieron todo en contorno, ¿y así me deshaces?

Acuérdate ahora que como a lodo me diste forma; ¿y en polvo me has de volver?

10 ¿No me fundiste como leche, y como un queso me cuajaste?

11 Me vestiste de piel y carne, y me cubriste de huesos y nervios.

12 Vida y misericordia me concediste, y tu visitación guardó mi espíritu.

13 Y estas cosas tienes guardadas en tu corazón; yo sé que esto está cerca de ti.

14 Si pequé, ¿me acecharás, y no me limpiarás de mi iniquidad?

15 Si fuere malo, ¡ay de mí! Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza, estando hastiado de deshonra, y de verme afligido.

16 Y vas creciendo, cazándome como león; tornando y haciendo en mí maravillas.

17 Renovando tus plagas contra mí, y aumentando conmigo tu furor, haciendo subir sobre mí ejércitos.

18 ¿Por qué me sacaste del vientre? Habría yo muerto, y no me vieran ojos.

19 Fuera, como si nunca hubiera sido, llevado desde el vientre a la sepultura.

20 ¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me esfuerce un poco.

21 Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;

22 tierra de oscuridad, y tenebrosa sombra de muerte, donde no hay orden, y que resplandece como la misma oscuridad.

Job lamenta su condición

10 Está mi alma hastiada de mi vida;

Daré libre curso a mi queja,

Hablaré con amargura de mi alma.

Diré a Dios: No me condenes;

Hazme entender por qué contiendes conmigo.

¿Te parece bien que oprimas,

Que deseches la obra de tus manos,

Y que favorezcas los designios de los impíos?

¿Tienes tú acaso ojos de carne?

¿Ves tú como ve el hombre?

¿Son tus días como los días del hombre,

O tus años como los tiempos humanos,

Para que inquieras mi iniquidad,

Y busques mi pecado,

Aunque tú sabes que no soy impío,

Y que no hay quien de tu mano me libre?

Tus manos me hicieron y me formaron;

¿Y luego te vuelves y me deshaces?

Acuérdate que como a barro me diste forma;

¿Y en polvo me has de volver?

10 ¿No me vaciaste como leche,

Y como queso me cuajaste?

11 Me vestiste de piel y carne,

Y me tejiste con huesos y nervios.

12 Vida y misericordia me concediste,

Y tu cuidado guardó mi espíritu.

13 Estas cosas tienes guardadas en tu corazón;

Yo sé que están cerca de ti.

14 Si pequé, tú me has observado,

Y no me tendrás por limpio de mi iniquidad.

15 Si fuere malo, ¡ay de mí!

Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza,

Estando hastiado de deshonra, y de verme afligido.

16 Si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas;

Y vuelves a hacer en mí maravillas.

17 Renuevas contra mí tus pruebas,

Y aumentas conmigo tu furor como tropas de relevo.

18 ¿Por qué me sacaste de la matriz?

Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto.

19 Fuera como si nunca hubiera existido,

Llevado del vientre a la sepultura.

20 ¿No son pocos mis días?

Cesa, pues, y déjame, para que me consuele un poco,

21 Antes que vaya para no volver,

A la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;

22 Tierra de oscuridad, lóbrega,

Como sombra de muerte y sin orden,

Y cuya luz es como densas tinieblas.