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Séptimo discurso de Job

21 Respuesta de Job:

2-3 «Escúchenme; déjenme hablar, y luego sigan con sus burlas.

»De Dios me quejo, y no del hombre. Con razón tengo el espíritu tan atribulado: Mírenme horrorizados y tápense la boca con la mano. Hasta yo me asusto al verme, el horror se apodera de mí, y me estremezco. La verdad es que los malos llegan a una agradable ancianidad, se engrandecen y se hacen poderosos. Alcanzan a ver a sus hijos convertidos en hombres en torno suyo, así como a sus nietos. Sus casas están a salvo de todo temor, y Dios no los castiga. 10 Su ganado se reproduce, 11 tienen muchos hijos felices 12-13 y pasan el tiempo entre cantos y danzas. Nadan en riquezas y de nada tienen que privarse; son afortunados hasta el final. 14 Todo esto no obstante que han expulsado a Dios de su vida, y no quieren nada con él ni con lo que manda. 15 “¿Quién es el Dios Todopoderoso?”, dicen burlándose. “¿Por qué tenemos que obedecerlo? ¿Qué ganaremos con eso?”. 16 Miren, ¡cuanto el rico toca se convierte en oro! Pero yo me niego a tratar siquiera con gente así.

17 »Sin embargo, los ricos se quedan tan campantes como siempre. Jamás tienen tribulaciones, y Dios se olvida de ellos al distribuir sus dolores y su ira. 18 ¿Son arrastrados como paja por el viento? ¿Los arrasa la tormenta? ¡Jamás! 19 “Bueno”, dirán ustedes, “por lo menos a sus hijos los castiga Dios”. ¡Pero yo digo que Dios debe castigar al que peca y no a los hijos de este! Que sienta el castigo en su propia carne. 20 Sí, que sea destruido por su maldad. Que beba bastante de la ira del Todopoderoso, 21 porque cuando esté muerto, ¿qué más le da lo que le pase a su familia?

22 »Pero, ¿quién podrá reprender a Dios, el supremo juez? 23-24 Él destruye a los sanos, ricos, y prósperos. 25 Dios destruye también a los que padecen espantosa miseria y jamás poseyeron bien alguno. 26 Unos y otros son sepultados en el mismo polvo; devorados por los mismos gusanos.

27 »Sé muy bien lo que están pensando, y los planes que tienen de hacerme daño. 28 También sé que se preguntan: “¿Dónde está la mansión del potentado? ¿Dónde están las moradas de los inicuos?”. 29 Pero yo respondo: pregúntenle a cualquiera que tenga experiencia y él les dirá la verdad: 30-32 que al malvado suele eximírsele en el día de la calamidad, y permitírsele que huya. Nadie lo reprende en público. Nadie le da su merecido. Y una guardia de honor le rinde homenaje en su tumba. 33 Un gran cortejo fúnebre lo precede y lo sigue cuando lo conducen a la mullida tierra que lo ha de cubrir.

34 »¿Cómo pueden ustedes consolarme con palabras tan faltas de fundamento?».

Job afirma que los malos prosperan

21 Entonces respondió Job, y dijo:

Oíd atentamente mi palabra,

Y sea esto el consuelo que me deis.

Toleradme, y yo hablaré;

Y después que haya hablado, escarneced.

¿Acaso me quejo yo de algún hombre?

¿Y por qué no se ha de angustiar mi espíritu?

Miradme, y espantaos,

Y poned la mano sobre la boca.

Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro,

Y el temblor estremece mi carne.

¿Por qué viven los impíos,

Y se envejecen, y aun crecen en riquezas?

Su descendencia se robustece a su vista,

Y sus renuevos están delante de sus ojos.

Sus casas están a salvo de temor,

Ni viene azote de Dios sobre ellos.

10 Sus toros engendran, y no fallan;

Paren sus vacas, y no malogran su cría.

11 Salen sus pequeñuelos como manada,

Y sus hijos andan saltando.

12 Al son de tamboril y de cítara saltan,

Y se regocijan al son de la flauta.

13 Pasan sus días en prosperidad,

Y en paz descienden al Seol.

14 Dicen, pues, a Dios: Apártate de nosotros,

Porque no queremos el conocimiento de tus caminos.

15 ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos?

¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él?

16 He aquí que su bien no está en mano de ellos;

El consejo de los impíos lejos esté de mí.

17 ¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada,

Y viene sobre ellos su quebranto,

Y Dios en su ira les reparte dolores!

18 Serán como la paja delante del viento,

Y como el tamo que arrebata el torbellino.

19 Dios guardará para los hijos de ellos su violencia;

Le dará su pago, para que conozca.

20 Verán sus ojos su quebranto,

Y beberá de la ira del Todopoderoso.

21 Porque ¿qué deleite tendrá él de su casa después de sí,

Siendo cortado el número de sus meses?

22 ¿Enseñará alguien a Dios sabiduría,

Juzgando él a los que están elevados?

23 Este morirá en el vigor de su hermosura, todo quieto y pacífico;

24 Sus vasijas estarán llenas de leche,

Y sus huesos serán regados de tuétano.

25 Y este otro morirá en amargura de ánimo,

Y sin haber comido jamás con gusto.

26 Igualmente yacerán ellos en el polvo,

Y gusanos los cubrirán.

27 He aquí, yo conozco vuestros pensamientos,

Y las imaginaciones que contra mí forjáis.

28 Porque decís: ¿Qué hay de la casa del príncipe,

Y qué de la tienda de las moradas de los impíos?

29 ¿No habéis preguntado a los que pasan por los caminos,

Y no habéis conocido su respuesta,

30 Que el malo es preservado en el día de la destrucción?

Guardado será en el día de la ira.

31 ¿Quién le denunciará en su cara su camino?

Y de lo que él hizo, ¿quién le dará el pago?

32 Porque llevado será a los sepulcros,

Y sobre su túmulo estarán velando.

33 Los terrones del valle le serán dulces;

Tras de él será llevado todo hombre,

Y antes de él han ido innumerables.

34 ¿Cómo, pues, me consoláis en vano,

Viniendo a parar vuestras respuestas en falacia?