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»¡Cuánto ha de batallar la humanidad! Prolongada y penosa es la vida del hombre, como vida de esclavo. ¡Cómo anhela el fin de la jornada! ¡Cómo se esfuerza por llegar al fin de la semana y a su paga! También a mí me han tocado meses desalentadores y largas noches fatigosas. Al acostarme pienso, “¡Cuánto falta para el amanecer!”. Y doy vueltas en la cama hasta el amanecer. Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras. La carne se me revienta y brota el pus.

»Mis días se van más veloces que una lanzadera, y sin esperanza alguna llegan a su fin. Recuerda, oh Dios, que mi vida es un suspiro; que ya no verán mis ojos la felicidad. Hoy me ves, pero no será por mucho tiempo. Pronto verás mi cadáver. Como la nube se disipa y desaparece, así los que perecen se esfuman para siempre 10 y no volverán jamás a su familia y su hogar: jamás volverán a aparecer.

11 »¡Ay, déjame expresar mi angustia. Que dé rienda suelta a la amargura de mi alma! 12 ¡Oh Dios! ¿Soy acaso un monstruo, que no me das tregua? 13-14 Aun en la noche, cuando en el sueño procuro olvidar mi congoja, me aterrorizas con pesadillas. 15 Mejor que me estrangularan que seguir así. 16 Detesto mi vida. ¡Ay, déjame en paz los pocos días que me restan!

17 »¿Qué es el mísero hombre para que dediques tu tiempo a perseguirle? 18 ¿Has de ser su inquisidor cada mañana, y ponerlo a prueba cada instante del día? 19 ¿Por qué no me dejas en paz, aunque sólo sea por un momento? 20 ¿Te ha perjudicado mi pecado, oh Dios, guarda de la humanidad? ¿Por qué me has tomado como blanco, y hecho que la vida se me torne tan pesada carga? 21 ¿Por qué no perdonas sencillamente mi pecado y lo borras? Pues estoy a punto de echarme en el polvo y morir, y cuando me busques, ya no existiré».

Job argumenta contra Dios

¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra,

Y sus días como los días del jornalero?

Como el siervo suspira por la sombra,

Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo,

Así he recibido meses de calamidad,

Y noches de trabajo me dieron por cuenta.

Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré?

Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba.

Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo;

Mi piel hendida y abominable.

Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor,

Y fenecieron sin esperanza.

Acuérdate que mi vida es un soplo,

Y que mis ojos no volverán a ver el bien.

Los ojos de los que me ven, no me verán más;

Fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser.

Como la nube se desvanece y se va,

Así el que desciende al Seol no subirá;

10 No volverá más a su casa,

Ni su lugar le conocerá más.

11 Por tanto, no refrenaré mi boca;

Hablaré en la angustia de mi espíritu,

Y me quejaré con la amargura de mi alma.

12 ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino,

Para que me pongas guarda?

13 Cuando digo: Me consolará mi lecho,

Mi cama atenuará mis quejas;

14 Entonces me asustas con sueños,

Y me aterras con visiones.

15 Y así mi alma tuvo por mejor la estrangulación,

Y quiso la muerte más que mis huesos.

16 Abomino de mi vida; no he de vivir para siempre;

Déjame, pues, porque mis días son vanidad.

17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas,

Y para que pongas sobre él tu corazón,(A)

18 Y lo visites todas las mañanas,

Y todos los momentos lo pruebes?

19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada,

Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva?

20 Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres?

¿Por qué me pones por blanco tuyo,

Hasta convertirme en una carga para mí mismo?

21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad?

Porque ahora dormiré en el polvo,

Y si me buscares de mañana, ya no existiré.