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Ha destruido nuestros viñedos,
ha destrozado nuestras higueras;
las ha pelado por completo,
hasta dejar blancas sus ramas.
Como novia que llora y se viste de luto
por la muerte de su prometido,
así lloran los sacerdotes
porque en el templo ya no hay cereales ni vino
para las ofrendas del Señor.

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