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El informe de Aquior a Holofernes

Holofernes, el comandante general del ejército asirio, fue informado de que los israelitas se alistaban para la guerra y que habían cerrado el camino que subía a la montaña. También le informaron que los israelitas habían construido murallas alrededor de los pueblos de las montañas, y que habían llenado de trampas las llanuras.

Al escuchar el informe, Holofernes se enojó muchísimo, y llamó a todos los jefes de Moab y de Amón, y también a los gobernadores de las ciudades de la costa. Les preguntó:

—Ustedes que habitan la región de Canaán, díganme, ¿qué clase de gente es ésa que vive en la montaña? ¿En qué ciudades habitan? ¿Qué tan poderoso es su ejército? ¿De dónde sacan su fuerza? ¿Quién es el rey que los gobierna y comanda su ejército? ¿Por qué no salió su gente a recibirme, como lo hicieron los pueblos del oeste?

Aquior, el jefe de Amón, contestó:

«Su Excelencia, présteme usted atención y le contaré la verdad acerca de ese pueblo que ahora vive en las montañas. Puede usted confiar en que le diré sólo la verdad.

6-8 »Originalmente, estos israelitas eran descendientes de los caldeos. Pero los caldeos los expulsaron de su tierra, porque no quisieron adorar a sus dioses. Al contrario, comenzaron a adorar solamente al Dios del cielo y abandonaron las costumbres caldeas. Por eso los israelitas tuvieron que irse a la región de Mesopotamia, y allí vivieron mucho tiempo.

»Después de algún tiempo, su Dios les ordenó que se fueran a vivir a Canaán. Así que se trasladaron a esa tierra y se hicieron muy ricos, pues llegaron a tener mucho oro, plata y ganado.

10 »Pasaron largos años, y hubo hambre en toda la región de Canaán. Entonces se fueron a Egipto, y allí vivieron mientras hubo alimento. Tuvieron muchos hijos, y se volvieron un pueblo muy numeroso. 11 Pero al ver que se convertían en una amenaza, el rey de Egipto se puso en contra de ellos. Los humilló, los maltrató y los obligó a fabricar ladrillos. ¡Los convirtió en sus esclavos!

12 »Entonces los israelitas le rogaron a su Dios que los ayudara, y él castigó a los egipcios con plagas terribles y enfermedades incurables. Los egipcios no tuvieron más remedio que echarlos fuera de su país.

13 »Ellos salieron y al llegar al Mar de los Juncos, su Dios secó el mar para que pudieran cruzarlo. 14 Luego los guió por el camino del Sinaí y por Cadés-barnea. Ellos, por su parte, echaron a la gente que vivía en los pueblos del desierto, 15 y se quedaron a vivir en la región de los amorreos. Además, pelearon contra los habitantes de Hesbón y los vencieron. Luego cruzaron el río Jordán y se apoderaron de toda la región montañosa, 16 donde se quedaron por mucho tiempo. De allí echaron a los cananeos, a los ferezeos, a los jebuseos, a los gergeseos y a los de Siquem.

17 »El Dios de ese pueblo odia el pecado. Por eso, mientras ellos lo obedecieron, les fue bien en todo. 18 Pero cuando desobedecieron a su Dios, sufrieron muchas guerras, los enemigos se apoderaron de sus ciudades, el templo de su Dios fue destruido, y a ellos los llevaron presos a un país lejano. 19 Estando allá, le pidieron perdón a su Dios, y así pudieron regresar a su tierra. Algunos volvieron a la ciudad de Jerusalén, donde está su templo, y otros habitaron de nuevo los pueblos de las montañas, los cuales habían quedado abandonados.

20 »Por lo tanto, Su Excelencia, si ese pueblo ha cometido algún pecado, y estamos seguros de que ha ofendido a su Dios, entonces podremos atacarlos y vencerlos. 21 Pero si no han pecado contra su Dios, será mejor que usted los deje en paz. Porque si usted los ataca, el Dios de ese pueblo los defenderá, y al vernos derrotados todo el mundo se burlará de nosotros».

22 Tan pronto como Aquior terminó de hablar, todos los que estaban escuchándolo se enojaron con él. Además, los capitanes del ejército de Holofernes, los habitantes de la costa y los de Moab querían matarlo. 23 Todos gritaban: «¡Esos israelitas no nos asustan! ¡Esa gente es débil y no tiene un ejército que nos pueda derrotar! 24 ¡Comandante Holofernes, ataquemos ahora! ¡Para nuestro ejército esa gente es pan comido!»