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Lo único que me dijo fue que quedaría embarazada y que iba a tener un hijo. Me dijo que no debo tomar vino ni cerveza ni tampoco comer alimentos impuros porque mi hijo será un nazareo dedicado a Dios desde antes de nacer hasta el día en que muera».

Entonces Manoa hizo una oración al SEÑOR y dijo: «Te ruego Señor que traigas de nuevo a ese hombre de Dios. Haz que él nos enseñe lo que debemos hacer por ese niño que pronto va a nacer».

Dios escuchó la oración de Manoa. El ángel del SEÑOR volvió a aparecerse a la mujer cuando ella estaba sentada en el campo, pero Manoa no estaba con su esposa.

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Y me dijo: He aquí que tú concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda, porque este niño será nazareo a Dios desde su nacimiento hasta el día de su muerte.

Entonces oró Manoa a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer. Y Dios oyó la voz de Manoa; y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, estando ella en el campo; mas su marido Manoa no estaba con ella.

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