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¡Oh Señor, acuérdate de lo que nos ha pasado; mira todo lo que aun tenemos que soportar! Nuestras posesiones ahora las tienen extranjeros, nuestras casas son habitadas por forasteros. Somos huérfanos, nuestros padres han muerto y nuestras madres han quedado viudas. ¡Hasta tenemos que pagar por el agua que bebemos y por nuestra propia leña!

Los que nos persiguen nos pisan los talones, nos cansamos y no nos dejan descansar. Nos sometimos a los egipcios y a los asirios para tener al menos algo que comer.

Nuestros antepasados obraron muy mal, pero murieron antes de que pudieran recibir su propio castigo. ¡Ahora a nosotros nos tocó el castigo que ellos merecían!

Los que antes eran nuestros siervos han llegado a ser nuestros amos. No queda nadie para librarnos de ellos. Arriesgamos nuestra vida en el desierto para conseguir comida. 10 Tenemos la piel quemada y reseca, ¡por el hambre nos da fiebre!

11 En Jerusalén y en los pueblos de Judá violaron tanto a las mujeres como a las niñas. 12 A nuestros príncipes los humillan colgándolos de las manos. No respetan ni las canas de nuestros viejos. 13 Se llevan a los jóvenes para moler en los molinos y los muchachitos se tambalean bajo el peso de los fardos de leña.

14 Los ancianos ya no se sientan a las puertas de la ciudad; los jóvenes ya no bailan ni cantan más. 15 La alegría se ha ido de nosotros, nuestro baile se ha convertido en tristeza. 16 Todo nuestro bienestar se ha ido, se esfumó nuestra grandeza. ¡Ay, es que hemos cometido tantas maldades!

17 Nuestros corazones están enfermos, débiles; todo lo vemos fúnebre y triste. 18 El monte de Sion esta desierto; en él sólo habitan los chacales.

19 ¡Pero tú, Señor, permaneces para siempre igual! Tu presencia entre nosotros permanece por todas las generaciones.

20 ¿Por qué nos olvidas para siempre? ¿Por qué te ausentas por tanto tiempo? 21 ¡Haznos volver a ti, Señor, y volveremos! ¡Devuélvenos la alegría que antes teníamos! 22 ¿O nos has rechazado por completo? ¿Vas a mantener para siempre tu cólera contra nosotros?

Oración del pueblo afligido

Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;

Mira, y ve nuestro oprobio.

Nuestra heredad ha pasado a extraños,

Nuestras casas a forasteros.

Huérfanos somos sin padre;

Nuestras madres son como viudas.

Nuestra agua bebemos por dinero;

Compramos nuestra leña por precio.

Padecemos persecución sobre nosotros;

Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo.

Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan.

Nuestros padres pecaron, y han muerto;

Y nosotros llevamos su castigo.

Siervos se enseñorearon de nosotros;

No hubo quien nos librase de su mano.

Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan

Ante la espada del desierto.

10 Nuestra piel se ennegreció como un horno

A causa del ardor del hambre.

11 Violaron a las mujeres en Sion,

A las vírgenes en las ciudades de Judá.

12 A los príncipes colgaron de las manos;

No respetaron el rostro de los viejos.

13 Llevaron a los jóvenes a moler,

Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña.

14 Los ancianos no se ven más en la puerta,

Los jóvenes dejaron sus canciones.

15 Cesó el gozo de nuestro corazón;

Nuestra danza se cambió en luto.

16 Cayó la corona de nuestra cabeza;

¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.

17 Por esto fue entristecido nuestro corazón,

Por esto se entenebrecieron nuestros ojos,

18 Por el monte de Sion que está asolado;

Zorras andan por él.

19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;

Tu trono de generación en generación.

20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,

Y nos abandonas tan largo tiempo?

21 Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;

Renueva nuestros días como al principio.

22 Porque nos has desechado;

Te has airado contra nosotros en gran manera.

¡Recuerda, Señor, lo que nos ha sucedido!
    ¡Contempla y ve nuestra deshonra!
Nuestra heredad ha caído en manos extrañas;
    nuestro hogar, en manos de extranjeros.
No tenemos padre, hemos quedado huérfanos;
    viudas han quedado nuestras madres.
El agua que bebemos, tenemos que pagarla;
    la leña, tenemos que comprarla.
Los que nos persiguen nos pisan los talones;[a]
    estamos fatigados y no hallamos descanso.
Entramos en tratos[b] con Egipto y con Asiria
    para conseguir alimentos.
Nuestros antepasados pecaron y murieron,
    pero a nosotros nos tocó el castigo.
Ahora nos gobiernan los esclavos
    y no hay quien nos libre de sus manos.
Conseguimos pan a riesgo de nuestras vidas,
    al enfrentar las espadas del desierto.
10 La piel nos arde como un horno;
    de hambre nos da fiebre.
11 Las mujeres fueron violadas en Sión
    y las vírgenes, en las ciudades de Judá.
12 A nuestros príncipes los colgaron de las manos
    y a nuestros ancianos no los honraron.
13 A nuestros mejores jóvenes los pusieron a moler;
    los niños tropezaban bajo el peso de la leña.
14 Ya no se sientan los ancianos a las puertas de la ciudad;
    ni se escucha la música de los jóvenes.
15 En nuestro corazón no hay gozo;
    nuestra danza se convirtió en lamento.
16 Nuestra cabeza se ha quedado sin corona.
    ¡Ay de nosotros que hemos pecado!
17 Desfallece nuestro corazón;
    se apagan nuestros ojos,
18 porque el monte Sión se halla desolado,
    y sobre él rondan los chacales.

19 Pero tú, Señor, reinas eternamente;
    tu trono permanece de generación en generación.
20 ¿Por qué siempre nos olvidas?
    ¿Por qué nos abandonas tanto tiempo?
21 Permítenos volver a ti, Señor, y volveremos;
    renueva nuestra vida como antes.
22 La verdad es que nos has rechazado
    y te has excedido en tu enojo contra nosotros.

Footnotes

  1. 5:5 Los que … los talones. Lit. Sobre nuestro cuello nos persiguen.
  2. 5:6 Entramos en tratos. Lit. Dimos la mano.

Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado;
    míranos, ve cómo nos ofenden.

Todo lo nuestro está ahora en manos de extranjeros;
    ahora nuestras casas son de gente extraña.

Estamos huérfanos, sin padre;
    nuestras madres han quedado como viudas.

¡Nuestra propia agua tenemos que comprarla;
    nuestra propia leña tenemos que pagarla!

Nos han puesto un yugo en el cuello;
    nos cansamos, y no nos dejan descansar.

Para llenarnos de pan, tendemos la mano
    a los egipcios y a los asirios.

Nuestros padres pecaron, y ya no existen,
    y nosotros cargamos con sus culpas.

Ahora somos dominados por esclavos,
    y no hay quien nos libre de sus manos.

El pan lo conseguimos a riesgo de la vida
    y a pesar de los guerreros del desierto.

10 La piel nos arde como un horno,
    por la fiebre que el hambre nos causa.

11 En Sión y en las ciudades de Judá,
    mujeres y niñas han sido deshonradas.

12 Nuestros jefes fueron colgados de las manos,
    los ancianos no fueron respetados.

13 A los hombres más fuertes los pusieron a moler;
    los jóvenes cayeron bajo el peso de la leña.

14 Ya no hay ancianos a las puertas de la ciudad;
    ya no se escuchan canciones juveniles.

15 Ya no tenemos alegría en el corazón;
    nuestras danzas de alegría acabaron en tristeza.

16 Se nos cayó de la cabeza la corona;
    ¡ay de nosotros, que hemos pecado!

17 Por eso tenemos enfermo el corazón;
    por eso se nos nubla la vista.

18 El monte Sión es un montón de ruinas;
    en él van y vienen las zorras.

19 Pero tú, Señor, por siempre reinarás;
    ¡siempre estarás en tu trono!

20 ¿Por qué has de olvidarnos para siempre?
    ¿Por qué has de abandonarnos tanto tiempo?

21 ¡Haznos volver a ti, Señor, y volveremos!
    ¡Haz que nuestra vida sea otra vez lo que antes fue!

22 Pero tú nos has rechazado por completo;
    mucho ha sido tu enojo con nosotros.