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La maldad de la capital de mi pueblo
    es mayor que el pecado de Sodoma,
la cual fue destruida en un instante
    sin que nadie la atacara.

Más blancos que la nieve eran sus hombres escogidos,
    más blancos que la leche;
su cuerpo, más rojizo que el coral;
    su porte, hermoso como el zafiro.

Pero ahora se ven más sombríos que las tinieblas;
    nadie en la calle podría reconocerlos.
La piel se les pega a los huesos,
    ¡la tienen seca como leña!

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