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ACUÉRDATE, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido:

Ve y mira nuestro oprobio.

Nuestra heredad se ha vuelto á extraños,

Nuestras casas á forasteros.

Huérfanos somos sin padre,

Nuestras madres como viudas.

Nuestra agua bebemos por dinero;

Nuestra leña por precio compramos.

Persecución padecemos sobre nuestra cerviz:

Nos cansamos, y no hay para nosotros reposo.

Al Egipcio y al Asirio dimos la mano, para saciarnos de pan.

Nuestros padres pecaron, y son muertos;

Y nosotros llevamos sus castigos.

Siervos se enseñorearon de nosotros;

No hubo quien de su mano nos librase.

Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan

Delante del cuchillo del desierto.

10 Nuestra piel se ennegreció como un horno

A causa del ardor del hambre.

11 Violaron á las mujeres en Sión,

A las vírgenes en las ciudades de Judá.

12 A los príncipes colgaron por su mano;

No respetaron el rostro de los viejos.

13 Llevaron los mozos á moler,

Y los muchachos desfallecieron en la leña.

14 Los ancianos cesaron de la puerta,

Los mancebos de sus canciones.

15 Cesó el gozo de nuestro corazón;

Nuestro corro se tornó en luto.

16 Cayó la corona de nuestra cabeza:

¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.

17 Por esto fué entristecido nuestro corazón,

Por esto se entenebrecieron nuestros ojos:

18 Por el monte de Sión que está asolado;

Zorras andan en él.

19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre:

Tu trono de generación en generación.

20 ¿Por qué te olvidarás para siempre de nosotros,

Y nos dejarás por largos días?

21 Vuélvenos, oh Jehová, á ti, y nos volveremos:

Renueva nuestros días como al principio.

22 Porque repeliendo nos has desechado;

Te has airado contra nosotros en gran manera.