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Les dijo:

«En una ciudad había un juez que no tenía miedo ni de Dios ni de la gente. Allí también vivía una viuda, que siempre lo buscaba y le decía: “Por favor, haga usted todo lo posible para que se me haga justicia en la corte.” 4-5 Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: “Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios, ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme.”»

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