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La autoridad de Jesucristo

20 Sucedió un día, cuando estaba él enseñando al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, que se llegaron a él los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,

y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas?; ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?

Respondiendo él, les dijo: Os haré yo también una pregunta; decidme:

El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?

Entonces ellos razonaban entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.

Y respondieron que no sabían de dónde.

Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Los labradores malvados

Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores, y se ausentó por mucho tiempo.

10 Y a su tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.

11 Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, después de golpearle y afrentarle, le enviaron con las manos vacías.

12 Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste le hirieron y le echaron fuera.

13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto.

14 Mas los labradores, al verle, razonaban entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.

15 Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?

16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Que no suceda tal cosa!

17 Pero él, mirándolos fijamente, dijo: ¿Qué es, pues, esto que está escrito:

La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser piedra angular?

18 Todo el que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella caiga, le desmenuzará.

La cuestión del tributo

19 Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.

20 Y quedándose ellos al acecho, enviaron espías que se fingiesen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.

21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.

22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?

23 Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?

24 Mostradme una moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo, dijeron: De César.

25 Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

26 Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.

La pregunta sobre la resurrección

27 Acercándose entonces algunos de los saduceos, los cuales sostienen que no hay resurrección, le preguntaron,

28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere teniendo mujer, y no deja hijos, que su hermano la tome por esposa, y levante descendencia a su hermano.

29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.

30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.

31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.

32 Por último, murió también la mujer.

33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?

34 Y Jesús les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;

35 pero los que sean tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.

36 Porque tampoco pueden ya morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

37 Pero que los muertos resucitan, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.

38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.

39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

40 Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

¿De quién es hijo el Cristo?

41 Y él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?

42 Pues David mismo dice en el libro de los Salmos:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
43 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo, entonces, es hijo suyo?

El Señor Jesús previene contra los escribas

45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

46 Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con ropas largas, de que les saluden respetuosamente en las plazas, y de ocupar las primeras sillas en las sinagogas, y los lugares de honor en los banquetes;

47 que devoran las casas de las viudas, y por cubrir las apariencias hacen largas oraciones; ésos tendrán una sentencia más rigurosa.

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