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Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos

A unos que a sí mismos se consideraban justos y menospreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: 10 «Dos hombres fueron al templo a orar: uno de ellos era fariseo, y el otro era cobrador de impuestos. 11 Puesto de pie, el fariseo oraba consigo mismo de esta manera: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, injustos y adúlteros. ¡Ni siquiera soy como este cobrador de impuestos! 12 Ayuno dos veces a la semana, y doy la décima parte de todo lo que gano.” 13 Pero el cobrador de impuestos, desde lejos, no se atrevía siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador.” 14 Yo les digo que éste volvió a su casa justificado, y no el otro. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.»(A)

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¡Hombre! El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.

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Pero la gracia que él nos da es mayor. Por eso dice: «Dios se opone a los soberbios, y da gracia a los humildes.»(A)

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10 ¡Humíllense ante el Señor, y él los exaltará!

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Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.(A)

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17 Tú, Señor, escuchas las plegarias de los pobres;
tú les das ánimo y les prestas atención.

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15 Porque así ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es santo: “Yo habito en las alturas, en santidad, pero también doy vida a los de espíritu humilde y quebrantado, y a los quebrantados de corazón.”

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