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»Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. Por último lo mandó a él, pensando: “Sin duda, respetarán a mi hijo.” Pero los labradores se dijeron unos a otros: “Éste es el que ha de recibir la herencia; matémoslo, y será nuestra la propiedad.” Así que lo agarraron, lo mataron y arrojaron el cuerpo fuera del viñedo.

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Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra. Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.

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