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Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les hizo sombra, y he aquí salió una voz de la nube diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oigan”.

Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro y temieron en gran manera. Entonces Jesús se acercó, los tocó y les dijo:

—Levántense y no teman.

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