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Crucifixión y muerte de Jesús(A)

32 Al salir hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevara la cruz. 33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, (que significa: «Lugar de la Calavera»), 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero, después de haberlo probado, no quiso beberlo.

35 Cuando lo hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.» 36 Y sentados lo custodiaban allí. 37 Pusieron sobre su cabeza su causa escrita: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban meneando la cabeza 40 y diciendo: «Tú, el que derribas el Templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.»

41 De esta manera también los principales sacerdotes, junto con los escribas, los fariseos y los ancianos, se burlaban de él y decían: 42 «A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrelo ahora si le quiere, porque ha dicho: “Soy Hijo de Dios.”»

44 Del mismo modo lo insultaban los ladrones que habían sido crucificados con él.

Muerte de Jesús(B)

45 Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»).

47 Algunos de los que estaban allí decían al oírlo:

—A Elías llama éste.

48 Al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, la empapó de vinagre, la puso en una caña y le dio a beber.

49 Pero los otros decían:

—Deja, veamos si viene Elías a librarlo.

50 Pero Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

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Crucifixión y muerte de Jesús(A)

21 Obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevara la cruz.

22 Y lo llevaron a un lugar llamado Gólgota, (que significa: «Lugar de la Calavera»). 23 Le dieron a beber vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Cuando lo crucificaron, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.

25 Era la hora tercera cuando lo crucificaron. 26 El título escrito que señalaba la causa de su condena era: «El Rey de los Judíos». 27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 28 Así se cumplió la Escritura que dice: «Y fue contado con los pecadores». 29 Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo:

—¡Bah! tú que derribarías el Templo de Dios y en tres días lo reedificarías, 30 sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.

31 De esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas:

—A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. 32 ¡El Cristo! ¡Rey de Israel! ¡Que descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos!

También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo:

—¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).

35 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo:

—Mirad, llama a Elías.

36 Corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo:

—Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo.

37 Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró.

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Crucifixión y muerte de Jesús(A)

26 Cuando lo llevaban, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara tras Jesús.

27 Lo seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

—Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29 porque vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.” 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a los collados: “Cubridnos”, 31 porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados. 33 Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. 35 El pueblo estaba mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él diciendo:

—A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.

36 Los soldados también se burlaban de él, y se acercaban ofreciéndole vinagre 37 y diciendo:

—Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: «Éste es el Rey de los judíos».

39 Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo:

—Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

40 Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo:

—¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús:

—Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.

43 Entonces Jesús le dijo:

—De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 45 El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad. 46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:

—Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Habiendo dicho esto, expiró.

47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios diciendo:

—Verdaderamente este hombre era justo.

48 Toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, estaban mirando estas cosas de lejos.

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