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Usura entre el pueblo de Israel

Se levantó entonces un gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus compatriotas judíos. Había quienes decían:

— Nosotros, nuestros hijos e hijas somos muchos. Que se nos proporcione cereal para que podamos comer y vivir.

Otros se quejaban:

— Hemos tenido que empeñar nuestros campos, viñas y casas para obtener cereal y combatir el hambre.

Y otros se lamentaban:

— Hemos tenido que pedir préstamos a causa del tributo real sobre nuestros campos y viñas. Somos de la misma raza que nuestros otros compatriotas y nuestros hijos son como los suyos; sin embargo, tenemos que someterlos a servidumbre. Algunas de nuestras hijas se han convertido en esclavas y no hemos podido impedirlo porque nuestros campos y viñas son de otros.

Al oír estas quejas y estos razonamientos me indigné sobremanera y, después de reflexionar, recriminé a los nobles y a las autoridades diciéndoles:

— ¿Cómo es que exigen interés a sus hermanos?

A renglón seguido convoqué contra ellos una gran asamblea y les dije:

— Nosotros hemos rescatado, dentro de nuestras posibilidades, a nuestros compatriotas judíos que habían sido vendidos a los paganos; ¡y ahora ustedes venden a sus compatriotas para que tengamos que volver a rescatarlos!

Se callaron porque no tenían argumentos. Yo entonces añadí:

— No está bien lo que hacen. ¿No deberían más bien respetar a nuestro Dios para que no nos menosprecien los paganos, nuestros enemigos? 10 Yo, mis familiares y mis muchachos, también les hemos prestado dinero y cereal. ¡Perdonemos todos las deudas! 11 Devuélvanles hoy mismo sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas, así como cualquier interés que hayan podido cobrarles por el dinero, el cereal, el vino y el aceite.

12 Respondieron:

— Lo devolveremos y no reclamaremos nada. Haremos como nos pides.

Mandé llamar a los sacerdotes y les hice jurar que cumplirían lo prometido. 13 Sacudí mi manto y dije:

— Sacuda Dios la casa y los bienes de todo aquel que no cumpla esta promesa; que se vea sacudido y despojado.

— ¡Amén! —respondió toda la asamblea—.

Alabó entonces el pueblo al Señor y cumplió su promesa.

14 Desde el día en que fui nombrado gobernador de Judá, a saber, desde el año vigésimo al trigésimo segundo del reinado de Artajerjes, doce años en total, ni yo ni mis familiares hemos vivido a expensas de lo que corresponde al gobernador. 15 Todo lo contrario de los gobernadores que me precedieron y que abrumaron al pueblo cobrándole más de cuarenta siclos cada día por el pan y el vino, además de que sus servidores tiranizaban al pueblo. Yo no actué de esa manera por respeto a Dios. 16 Participé en los trabajos de reconstrucción de la muralla sin adquirir campo alguno; y toda mi gente estaba también allí colaborando en la obra.

17 A mi mesa se sentaban ciento cincuenta comensales, entre judíos y autoridades, sin contar los que acudían a nosotros de las naciones de nuestro alrededor.

18 Cada día se preparaba un buey, seis carneros seleccionados y aves. Se traía también vino en abundancia cada diez días y, a pesar de ello, nunca me aproveché de lo que me correspondía como gobernador, porque ya era bastante insoportable la carga que pesaba sobre el pueblo.

19 ¡Acuérdate de mí, Dios mío, y recompénsame por todo lo que he hecho en favor de este pueblo!

Abolición de la usura

Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros.

Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras. Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos?(A) Y convoqué contra ellos una gran asamblea, y les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder. Y dije: No es bueno lo que hacéis. ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras? 10 También yo y mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano; quitémosles ahora este gravamen. 11 Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés. 12 Y dijeron: Lo devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes, y les hice jurar que harían conforme a esto. 13 Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! y alabaron a Jehová. Y el pueblo hizo conforme a esto.

14 También desde el día que me mandó el rey que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos el pan del gobernador. 15 Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí abrumaron al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no hice así, a causa del temor de Dios. 16 También en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí en la obra. 17 Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había alrededor de nosotros, estaban a mi mesa. 18 Y lo que se preparaba para cada día era un buey y seis ovejas escogidas; también eran preparadas para mí aves, y cada diez días vino en toda abundancia; y con todo esto nunca requerí el pan del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era grave. 19 Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo.