Nehemías ora por su pueblo

Estas son las palabras de Nehemías, hijo de Jacalías:

En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudad de Susa, llegó Jananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá. Entonces pregunté por el resto de los judíos que se habían librado del destierro y por Jerusalén.

Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego».

Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. Le dije:

«Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel. Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti. Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los mandamientos, estatutos y leyes que tú mismo diste a tu siervo Moisés.

»Recuerda, te suplico, lo que dijiste a tu siervo Moisés: “Si ustedes son infieles, yo los dispersaré entre las naciones; pero si se vuelven a mí, obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo, los recogeré y los haré volver al lugar que escoja como residencia de mi Nombre”.

10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. 11 Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor de este hombre».

En aquel tiempo yo era copero del rey.

Nehemías vuelve a Jerusalén

Un día, en el mes de nisán del año veinte del reinado de Artajerjes, al ofrecerle vino al rey, como él nunca me había visto triste, me preguntó:

—¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor.

Yo sentí mucho miedo y respondí al rey:

—¡Que viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste si la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados se halla en ruinas, con sus puertas consumidas por el fuego?

—¿Qué quieres que haga? —preguntó el rey.

Así que oré al Dios del cielo y respondí:

—Si a Su Majestad le parece bien y si este siervo suyo es digno de su favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados.

—¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo regresarás? —me preguntó el rey, que tenía a la reina sentada a su lado.

En cuanto propuse un plazo, el rey aceptó enviarme. Entonces añadí:

—Si al rey le parece bien, ruego a usted que envíe cartas a los gobernadores del oeste del río Éufrates para que me den vía libre y yo pueda llegar a Judá; y, por favor, ordene a su guardabosques Asaf que me dé madera para reparar las puertas de la ciudad que están junto al Templo, la muralla de la ciudad y la casa donde he de vivir. El rey accedió a mi petición, porque Dios estaba actuando a mi favor. Cuando me presenté ante los gobernadores del oeste del río Éufrates, entregué las cartas del rey. Además, el rey había ordenado que me escoltaran oficiales del ejército y de la caballería.

10 Pero al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas, Sambalat el horonita y Tobías el siervo amonita se disgustaron mucho.

Nehemías inspecciona la muralla

11 Tres días después de haber llegado a Jerusalén, 12 salí de noche acompañado de algunos hombres, pero a ninguno de ellos le conté lo que mi Dios había puesto en mi corazón[a] hacer por Jerusalén. La única bestia que llevábamos era la que yo montaba.

13 Esa noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y la puerta del Basurero. Inspeccioné las ruinas de la muralla de Jerusalén y sus puertas consumidas por el fuego. 14 Después me dirigí hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no hallé por dónde pasar con mi cabalgadura. 15 Así que, siendo aún de noche, subí por el arroyo mientras inspeccionaba la muralla. Finalmente regresé y entré por la puerta del Valle.

16 Los oficiales no supieron a dónde fui ni qué hice, porque hasta entonces no había dicho nada a ningún judío: ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los gobernadores ni a los que estaban trabajando en la obra. 17 Por eso les dije:

—Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros!

18 Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron:

—¡Manos a la obra!

Y comenzaron la reconstrucción.

19 Cuando lo supieron, Sambalat el horonita, Tobías el oficial amonita y Guesén el árabe se burlaron de nosotros y nos preguntaron de manera despectiva:

—Pero ¿qué están haciendo? ¿Acaso pretenden rebelarse contra el rey?

20 Yo contesté:

—El Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción. Ustedes no tienen autoridad ni derecho, ni son parte de la historia de Jerusalén.

Se inicia la reconstrucción

Entonces el sumo sacerdote Eliasib y sus compañeros los sacerdotes trabajaron en la reconstrucción de la puerta de las Ovejas. La repararon y la colocaron en su lugar, y reconstruyeron[b] también la muralla desde la torre de los Cien hasta la torre de Jananel. El tramo contiguo lo reconstruyeron los hombres de Jericó, y el tramo siguiente, Zacur, hijo de Imrí.

La puerta de los Pescados la reconstruyeron los descendientes de Sená.[c] Colocaron las vigas y pusieron la puerta en su lugar, con sus cerrojos y barras. El tramo contiguo lo reconstruyó Meremot, hijo de Urías y nieto de Cos, y el tramo siguiente Mesulán, hijo de Berequías y nieto de Mesezabel. El siguiente tramo lo reconstruyó Sadoc, hijo de Baná. Los de Tecoa reconstruyeron el siguiente tramo de la muralla, aunque sus notables no quisieron colaborar con los dirigentes.

La entrada de Jesaná[d] la reconstruyeron Joyadá, hijo de Paseaj, y Mesulán, hijo de Besodías. Colocaron las vigas y pusieron en su lugar las puertas con sus cerrojos y barras. El tramo contiguo lo reconstruyeron Melatías de Gabaón y Jadón de Meronot. A estos se unieron los de Gabaón y los de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates.

Uziel, hijo de Jaraías, que era uno de los plateros, reconstruyó el siguiente tramo de la muralla, y uno de los perfumistas, llamado Jananías, el siguiente. Entre los dos reconstruyeron la muralla de Jerusalén hasta la muralla Ancha. El siguiente tramo lo reconstruyó Refaías, hijo de Hur, que era gobernador de una mitad del distrito de Jerusalén; 10 el siguiente, Jedaías hijo de Jarumaf, cuya casa quedaba al frente, y el siguiente, Jatús, hijo de Jasabnías.

11 Malquías, hijo de Jarín, y Jasub, hijo de Pajat Moab, reconstruyeron el siguiente tramo de la muralla y la torre de los Hornos. 12 Salún, hijo de Halojés, que era gobernador de la otra mitad del distrito de Jerusalén, reconstruyó el siguiente tramo con la ayuda de sus hijas.

13 Janún y los habitantes de Zanoa reconstruyeron la puerta del Valle y la colocaron en su lugar con sus cerrojos y barras. Levantaron también mil codos[e] de muralla hasta la puerta del Basurero.

14 Malquías, hijo de Recab, gobernador del distrito de Bet Haqueren, reconstruyó la puerta del Basurero y la colocó en su lugar con sus cerrojos y barras.

15 Salún, hijo de Coljozé, gobernador del distrito de Mizpa, reconstruyó la puerta de la Fuente, la techó y la colocó en su lugar con sus cerrojos y barras. Reconstruyó también el muro del estanque de Siloé, que está junto al jardín del rey, hasta las gradas que llevan a la Ciudad de David. 16 Nehemías, hijo de Azbuc, gobernador de una mitad del distrito de Betsur, reconstruyó el siguiente tramo hasta el lugar que está frente a los sepulcros de David, hasta el estanque artificial y hasta el cuartel de la guardia real.

17 El sector que sigue lo reconstruyeron los levitas y Rejún, hijo de Baní. En el tramo siguiente, Jasabías, gobernador de una mitad del distrito de Queilá, hizo las obras de reconstrucción por cuenta de su distrito 18 y las continuaron sus compañeros: Binuy,[f] hijo de Henadad, gobernador de la otra mitad del distrito de Queilá, 19 y Ezer, hijo de Jesúa, gobernador de Mizpa, que reconstruyó el tramo que sube frente al arsenal de la esquina. 20 El tramo siguiente, es decir, el sector que va desde la esquina hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Eliasib, lo reconstruyó con entusiasmo Baruc, hijo de Zabay. 21 El sector que va desde la puerta de la casa de Eliasib hasta el extremo de la misma lo reconstruyó Meremot, hijo de Urías y nieto de Cos.

22 El siguiente tramo lo reconstruyeron los sacerdotes que vivían en los alrededores. 23 Después de ellos, Benjamín y Jasub reconstruyeron el sector que está frente a sus propias casas. Azarías, hijo de Maseías y nieto de Ananías, reconstruyó el tramo que está junto a su propia casa. 24 Luego, Binuy, hijo de Henadad, reconstruyó el sector que va desde la casa de Azarías hasta el ángulo, es decir, hasta la esquina. 25 Palal, hijo de Uzay, reconstruyó el sector de la esquina que está frente a la torre alta que sobresale del palacio real, junto al patio de la guardia. El tramo contiguo lo reconstruyó Pedaías, hijo de Parós. 26 Los servidores del Templo que vivían en Ofel reconstruyeron el sector oriental que está frente a la puerta del Agua y la torre que allí sobresale. 27 Los hombres de Tecoa reconstruyeron el tramo que va desde el frente de la gran torre que allí sobresale, hasta la muralla de Ofel.

28 Los sacerdotes, cada uno frente a su casa, reconstruyeron el sector de la muralla sobre la puerta de los Caballos. 29 El siguiente tramo lo reconstruyó Sadoc, hijo de Imer, pues quedaba frente a su propia casa. El sector que sigue lo reparó Semaías, hijo de Secanías, guardián de la puerta oriental. 30 Jananías, hijo de Selemías, y Janún, el sexto hijo de Salaf, reconstruyeron otro tramo. Mesulán, hijo de Berequías, reconstruyó el siguiente tramo, pues quedaba frente a su casa. 31 Malquías, que era uno de los plateros, reconstruyó el tramo que llega hasta las casas de los servidores del Templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección y hasta el puesto de vigilancia de la esquina. 32 Y el sector que va desde allí hasta la puerta de las Ovejas lo reconstruyeron los plateros y los comerciantes.

Se obstaculiza la reconstrucción

Cuando Sambalat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, se enojó muchísimo y se burló de los judíos. Ante sus compañeros y el ejército de Samaria dijo:

—¿Qué están haciendo estos débiles judíos? ¿Creen que se les va a dejar que reconstruyan y que vuelvan a ofrecer sacrificios? ¿Piensan acaso terminar en un solo día? ¿Cómo creen que de esas piedras quemadas, de esos escombros, van a hacer algo nuevo?

Y Tobías el amonita, que estaba junto a él, añadió:

—¡Hasta una zorra, si se sube a ese montón de piedras, lo echa abajo!

Por eso oramos: «¡Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros! Haz que sus ofensas recaigan sobre ellos mismos: entrégalos a sus enemigos; ¡que los lleven en cautiverio! No pases por alto su maldad ni olvides sus pecados, porque provocan la ira de los que reconstruyen».

Continuamos con la reconstrucción y levantamos la muralla hasta media altura, pues el pueblo trabajó con entusiasmo.

Pero cuando Sambalat, Tobías y los árabes, los amonitas y los asdodeos se enteraron de que avanzaba la reconstrucción de la muralla y, que ya estábamos cerrando las brechas, se enojaron muchísimo y acordaron atacar a Jerusalén y provocar disturbios en ella. Oramos entonces a nuestro Dios y decidimos montar guardia día y noche para defendernos de ellos.

10 Por su parte, la gente de Judá decía: «Los cargadores desfallecen, pues son muchos los escombros; ¡no vamos a poder reconstruir esta muralla!».

11 Y nuestros enemigos maquinaban: «Les caeremos por sorpresa y los mataremos; así haremos que la obra se suspenda».

12 Algunos de los judíos que vivían cerca de ellos venían hasta diez veces y nos advertían: «Los van a atacar por todos lados».

13 Así que puse a la gente por familias, con sus espadas, lanzas y arcos, detrás de las murallas, en los lugares más vulnerables y desguarnecidos. 14 Luego de examinar la situación, me levanté y dije a los nobles y oficiales, y al resto del pueblo: «¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor, que es grande y temible, y peleen por sus hermanos, por sus hijos e hijas, y por sus esposas y sus hogares».

15 Una vez que nuestros enemigos se dieron cuenta de que conocíamos sus intenciones y de que Dios había frustrado sus planes, todos regresamos a la muralla, cada uno a su trabajo.

16 A partir de aquel día la mitad de mi gente trabajaba en la obra, mientras la otra mitad permanecía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Los oficiales estaban pendientes de toda la gente de Judá. 17 Tanto los que reconstruían la muralla como los que acarreaban los materiales hacían su trabajo con una mano y con la otra sostenían un arma. 18 Todos los que trabajaban en la reconstrucción llevaban la espada a la cintura. A mi lado estaba el encargado de dar el toque de alarma con la trompeta.

19 Yo había dicho a los nobles, a los gobernantes y al resto del pueblo: «La tarea es grande y extensa, y nosotros estamos muy esparcidos en la muralla, distantes los unos de los otros. 20 Por eso, en el lugar donde oigan el toque de la trompeta, cerremos filas. ¡Nuestro Dios peleará por nosotros!».

21 Así que, desde el amanecer hasta que aparecían las estrellas, mientras trabajábamos en la obra, la mitad de la gente montaba guardia con lanza en mano.

22 En aquella ocasión también dije a la gente: «Todos ustedes, incluso los ayudantes, quédense en Jerusalén para que en la noche sirvan de centinelas y de día trabajen en la obra». 23 Ni yo ni mis parientes y ayudantes, ni los de mi guardia personal, nos desvestíamos para nada: cada uno llevaba su arma, incluso cuando iba a buscar agua.

Nehemías defiende a los pobres

Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos, pues había quienes decían: «Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir».

Otros se quejaban: «Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas».

Había también quienes se quejaban: «Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey. Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos son iguales, a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos. De hecho, hay hijas nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros».

Cuando oí sus palabras de protesta, me enojé muchísimo. Y, después de reflexionar, reprendí a los nobles y gobernantes:

—¡Es inconcebible que sus propios hermanos les exijan el pago de intereses!

Convoqué además una gran asamblea contra ellos y allí recriminé:

—Hasta donde nos ha sido posible, hemos rescatado a nuestros hermanos judíos que fueron vendidos a los paganos. ¡Y ahora son ustedes quienes venden a sus hermanos, después de que nosotros los hemos rescatado![g] Todos se quedaron callados, pues no sabían qué responder.

Yo añadí:

—Lo que están haciendo ustedes es incorrecto. ¿No deberían caminar en el temor de Dios y evitar así el reproche de los paganos, nuestros enemigos? 10 Mis hermanos y mis criados, y hasta yo mismo, les hemos prestado dinero y trigo. Pero ahora, ¡quitémosles esa carga de encima! 11 Yo les ruego que les devuelvan campos, viñedos, olivares y casas, y también el uno por ciento de la plata, del trigo, del vino y del aceite que ustedes les exigen.

12 —Está bien —respondieron ellos—, haremos todo lo que nos has pedido. Se lo devolveremos todo, sin exigirles nada.

Entonces llamé a los sacerdotes, y ante estos les hice jurar que cumplirían su promesa. 13 Luego me sacudí el manto y afirmé:

—¡Así sacuda Dios y arroje de su casa y de sus propiedades a todo el que no cumpla esta promesa! ¡Así lo sacuda Dios y lo deje sin nada!

Toda la asamblea respondió:

—¡Amén!

Entonces alabaron al Señor y el pueblo cumplió lo prometido.

14 Desde el año veinte del reinado de Artajerjes, cuando fui designado gobernador de la tierra de Judá, hasta el año treinta y dos, es decir, durante doce años, ni mis hermanos ni yo utilizamos el impuesto que me correspondía como gobernador. 15 En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta siclos[h] de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso. 16 Al contrario, tanto yo como mis criados trabajamos en la reconstrucción de la muralla y no compramos ningún terreno.

17 A mi mesa se sentaban ciento cincuenta hombres, entre judíos y oficiales, sin contar a los que llegaban de países vecinos. 18 Era tarea de todos los días preparar un buey, seis ovejas escogidas y algunas aves; y cada diez días se traía vino en abundancia. Pero nunca utilicé el impuesto que me correspondía como gobernador, porque ya el pueblo tenía una carga muy pesada.

19 ¡Recuerda, Dios mío, todo lo que he hecho por este pueblo y favoréceme!

Nueva oposición de los enemigos

Sambalat, Tobías, Guesén el árabe y el resto de nuestros enemigos se enteraron de que yo había reconstruido la muralla y se habían cerrado las brechas (aunque todavía no se habían puesto las puertas en su sitio). Entonces Sambalat y Guesén me enviaron este mensaje: «Tenemos que reunirnos contigo en alguna de las poblaciones del valle de Ono».

En realidad, lo que planeaban era hacerme daño. Así que envié unos mensajeros a decirles: «Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir. Si bajara yo a reunirme con ustedes, la obra se vería interrumpida». Cuatro veces me enviaron este mensaje y otras tantas respondí lo mismo. La quinta vez Sambalat me envió, por medio de uno de sus sirvientes, el mismo mensaje en una carta abierta, que a la letra decía:

«Corre el rumor entre la gente —y Guesén[i] lo asegura— de que tú y los judíos están construyendo la muralla porque tienen planes de rebelarse. Según tal rumor, tú pretendes ser su rey, y has nombrado profetas para que te proclamen rey en Jerusalén y se declare: “¡Tenemos rey en Judá!”. Todo esto llegará a oídos del rey. Por eso, ven y hablemos de este asunto».

Yo envié a decirle: «Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya».

En realidad, lo que pretendían era asustarnos. Pensaban desanimarnos, para que no termináramos la obra.

«Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!».

10 Fui entonces a la casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mehetabel, que se había encerrado en su casa. Él me dijo: «Reunámonos a puerta cerrada en el Templo de Dios, en el interior del mismo, porque vendrán a matarte. ¡Sí, esta noche te quitarán la vida!».

11 Pero yo respondí: «¡Yo no soy de los que huyen! ¡Los hombres como yo no corren a esconderse en el Templo para salvar la vida! ¡No me esconderé!».

12 Y es que me di cuenta de que Dios no lo había enviado, sino que se las daba de profeta porque Sambalat y Tobías lo habían sobornado. 13 En efecto, lo habían sobornado para intimidarme y hacerme pecar siguiendo su consejo. Así podrían hablar mal de mí y desprestigiarme.

14 «¡Dios mío, recuerda las intrigas de Sambalat y Tobías! ¡Recuerda también a la profetisa Noadías y a los otros profetas que quisieron asustarme!».

Termina la reconstrucción de la muralla

15 La muralla se terminó el día veinticinco del mes de elul. Su reconstrucción había durado cincuenta y dos días. 16 Cuando todos nuestros enemigos se enteraron de esto, las naciones vecinas se sintieron atemorizadas y humilladas, pues reconocieron que ese trabajo se había hecho con la ayuda de nuestro Dios.

17 En aquellos días los nobles de Judá se mantuvieron en estrecho contacto por carta con Tobías, 18 pues muchos judíos se habían aliado a él por ser yerno de Secanías, hijo de Araj, y porque su hijo Johanán era yerno de Mesulán, hijo de Berequías. 19 En mi presencia hablaban bien de él, y luego le comunicaban todo lo que yo decía. Tobías, por su parte, trataba de asustarme con sus cartas.

Plan para defender a Jerusalén

Una vez que se terminó la reconstrucción de la muralla, fueron colocadas sus puertas, se nombraron porteros, cantores y levitas. A mi hermano Jananí, que era un hombre fiel y temeroso de Dios como pocos, lo puse a cargo de Jerusalén, junto con Jananías, comandante de la ciudad. A los dos les dije: «Las puertas de Jerusalén se abrirán cuando ya haya salido el sol; volverán a cerrarse y se asegurarán con sus barras cuando los porteros estén en sus puestos. Además, los habitantes de Jerusalén montarán guardia, unos en sus puestos y otros frente a su propia casa».

Lista de los repatriados

La ciudad ocupaba una gran extensión, pero tenía pocos habitantes porque no todas las casas se habían reconstruido.

Mi Dios puso en mi corazón el deseo de reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para registrarlos según su descendencia; y encontré el registro genealógico de los que habían regresado en la primera repatriación. Allí estaba escrito:

La siguiente es la lista de la gente de la provincia, es decir, de aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos y a quienes se les permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia ciudad, bajo el mando de Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nehúm y Baná.

Esta es la lista de los israelitas que regresaron:

los descendientes de
Parós2,172
Sefatías372
10 Araj652
11 Pajat Moab, es decir, de Jesúa y Joab2,818
12 Elam1,254
13 Zatú845
14 Zacay760
15 Binuy648
16 Bebay628
17 Azgad2,322
18 Adonicán667
19 Bigvay2,067
20 Adín655
21 Ater, es decir, de Ezequías98
22 Jasún328
23 Bezay324
24 Jarif112
25 Gabaón95
26 Belén y de Netofa188
27 Anatot128
28 Bet Azmávet42
29 Quiriat Yearín, Cafira y Berot743
30 Ramá y Gueba621
31 Micmás122
32 Betel y de Hai123
33 el otro Nebo52
34 el otro Elam1,254
35 Jarín320
36 Jericó345
37 Lod, Jadid y Ono721
38 Sená3,930

39 De los sacerdotes:

los descendientes de
Jedaías, de la familia de Jesúa973
40 Imer1,052
41 Pasur1,247
42 Jarín1,017

43 De los levitas:

los descendientes de
Jesúa y de Cadmiel, que pertenecían a la familia de Hodavías74

44 De los cantores:

los descendientes de
Asaf148

45 De los porteros:

los descendientes de
Salún, Ater, Talmón,
Acub, Jatitá y Sobay138

46 De los servidores del Templo:

los descendientes de
Zijá, Jasufá, Tabaot,
47 Querós, Sigajá, Padón,
48 Lebaná, Jagabá, Salmay,
49 Janán, Guidel, Gajar,
50 Reaías, Rezín, Necoda,
51 Gazán, Uza, Paseaj,
52 Besay, Meunín, Nefisesín,
53 Bacbuc, Jacufá, Jarjur,
54 Baslut, Mejidá, Jarsa,
55 Barcós, Sísara, Temá,
56 Neziaj y Jatifá.

57 De los descendientes de los servidores de Salomón:

los descendientes de
Sotay, Soféret, Peruda,
58 Jalá, Darcón, Guidel,
59 Sefatías, Jatil,
Poquéret Hasebayin y Amón.
60 Los servidores del Templo y de los descendientes de los servidores de Salomón392

61 Los siguientes regresaron de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero no pudieron demostrar ascendencia israelita:

62 los descendientes de
Delaías, Tobías y Necoda642

63 De entre los sacerdotes, tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita los siguientes:

los descendientes de

Jobaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre).

64 Estos buscaron sus registros genealógicos, pero como no los encontraron, fueron excluidos del sacerdocio al considerarlos impuros. 65 A ellos el gobernador les prohibió comer de los alimentos sagrados hasta que un sacerdote decidiera su destino por medio del urim y el tumim.

66 El número total de los miembros de la asamblea era de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 67 sin contar los esclavos y esclavas que sumaban siete mil trescientos treinta y siete; y también había doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas,[j] 69 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros.

70 Algunos jefes de familia entregaron al tesoro donativos para la obra. El gobernador entregó al tesoro mil dáricos[k] de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales. 71 Los jefes de familia entregaron veinte mil dáricos[l] de oro y dos mil doscientas minas[m] de plata. 72 El resto del pueblo entregó veinte mil dáricos de oro y dos mil minas[n] de plata y sesenta y siete túnicas sacerdotales.

73 Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, la gente del pueblo, los servidores del Templo y los demás israelitas se establecieron en sus propias ciudades.

Esdras lee la Ley

Al llegar el mes séptimo, los israelitas ya estaban establecidos en sus ciudades.

Footnotes

  1. 2:12 corazón. En la Biblia se usa para designar el asiento de las emociones, pensamientos y voluntad, es decir, el proceso de toma de decisiones del ser humano.
  2. 3:1 repararon … reconstruyeron (texto probable); consagraron … consagraron (TM).
  3. 3:3 Sená. Alt. Hasená.
  4. 3:6 La entrada de Jesaná. Alt. La puerta Vieja.
  5. 3:13 Es decir, aprox. 450 m.
  6. 3:18 Según dos manuscritos hebreos y la Siríaca (véanse también la LXX y el v. 24); la mayoría de los manuscritos hebreos dicen Bavay.
  7. 5:8 después … rescatado. Alt. para que nosotros tengamos que volver a rescatarlos.
  8. 5:15 Es decir, aprox. 460 g.
  9. 6:6 Guesén. Lit. Gasmu (variante de este nombre).
  10. 7:68 setecientos … mulas (varios mss. hebreos; véase también Esd 2:66); TM no incluye estas frases.
  11. 7:70 Es decir, aprox. 8.4 kg.
  12. 7:71 Es decir, aprox. 170 kg; también en el v. 72.
  13. 7:71 Es decir, aprox. 1.2 t.
  14. 7:70-72 Es decir, aprox. 1 t.

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